REVOLUCION
REVOLUCIÓN
- ¿Tú crees en las brujas?, preguntó Adán a Teo
mientras se sujetaban fuete a los tubos de fierro en la batea de la camioneta
en la que viajaban.
- Pues… No sé, no conozco a ninguna en persona
pero dicen que si existen. ¿Por?, respondió Teo con la mirada puesta en el
camino de terracería por el que se movían en ese momento.
Adán no dijo nada, se quedó en
silencio mientras Teo al no ver respuesta, golpeó con la palma de su mano el
toldo de la cabina de la Ford F-150 blanca mientras gritaba al conductor: “Maneja
más despacio, no traes ganado acá atrás”. Siguieron el resto del camino sin
hablar, más preocupados por no caerse de la batea que de la lluvia que se
avecinaba. Había avanzado unos 7 kilómetros de pura terracería y del chofer se
detuvo junto a una tienda de abarrotes al lado del camino.
- - ¿No van a comprar nada? Más adelante ya no hay
nada hasta llegar a la iglesia de los adventistas. Les dijo Jorge, el chofer.
Adán y Teo, bajaron de inmediato
y estiraron la espalda tensa y aflojaban los brazos, llevaban mucho tiempo en
la misma posición y ya sentían un poco de dolor en el cuerpo. El frio de la
montaña ese día era más seco de lo normal, los cerros no se veían a causa de la
neblina y las nubes negras que anunciaban la lluvia hacia más difícil seguir
avanzando sin algo caliente en el cuerpo. Entraron apresurados a la tienda,
adentro el calor era agradable, una estufa de leña y una olla con café
alegraban el interior de esa pequeña casa en medio del camino. Inmediatamente
ambos pidieron un vaso de café y una pieza de pan, necesitaban entrar en calor
para aguantar una hora más de camino hasta el lugar donde pasarían la noche.
- Oye Jorge, ¿la doctora no quiere nada? Se
hubiera bajado, acá esta calientito.
- Pues solo me encargó un café y un cigarro
suelto, ahorita que me acabe esto se lo llevo. Adentro tenemos calefacción, por
eso no se baja, jaja.- Decía Jorge mientras comía apresurado su pan para no
demorarse mucho.
La doctora Ruiz era una mujer de
unos 40 años, hacía unos 7 años que trabajaba para el Sector Salud, en todo ese
tiempo había visitado muchas comunidades alejadas como la que iban a visitar
esta vez. Ella era la encargada de aplicar vacunas y de promover la prevención
de enfermedades venéreas y embarazos juveniles, era una persona muy dedicada y
comprometida con su trabajo, pero aquella ocasión parecía más seria de lo
acostumbrado, temprano en la mañana ni siquiera saludo a sus acompañantes,
salió directo de la oficina del director y se subió a la camioneta con el ceño
fruncido, parecía no estar a gusto con aquella encomienda.
Adán y Teo se subieron de nuevo a
la camioneta, esta vez mas abrigados, eran cerca de las 4 de la tarde (aunque
parecía más tarde) y el frio ya era aún más apremiante. Jorge arrancó la
camioneta y siguieron su camino con dirección a Revolución.
Adán tenía poco tiempo de haber
entrado a trabajar a la dependencia, menos de un años tal vez, aun así parecía
conocer del tema. Anteriormente ya había trabajado para el gobierno como
promotor de programas sociales, por lo que visitar comunidades remotas no
parecía un trabajo tan agobiante para él. Era joven, 33 años recién cumplidos y
aunque a corta edad; ya era divorciado.
Teo en cambio era un señor mayor, rozaba los 50 años y había pasado por
dificultades económicas que lo llevaron a aceptar el trabajo que le ofreció un
amigo suyo en esa dependencia, él no estaba acostumbrado a trabajar fuera de
una oficina y sabía poco sobre esas comunidades y su gente. Teo era un hombre
casado y religioso, tenía 2 hijos adolescentes y trataba de darles un buen
ejemplo de trabajo; era sin duda el “novato” en el grupo.
Un fuerte sonido de fierros y un
humo oscuro alertó a los 4, la camioneta perdía potencia por lo que se tuvieron
que orillar para identificar el problema. Jorge abrió el cofre y comenzó a
revisar todo, al parecer el radiador había explotado y con él, la banda de
distribución. Estaban más cerca de llegar al poblado de Úrsulo Galván que de su
destino y además en ese pueblo había una caseta de teléfono para poder marcar a
sus familias. Los 3 decidieron empujar la camioneta hasta una desviación y ahí
esperar a que alguien los auxiliara.
El poblado de Úrsulo Galván es
más grande en relación a Revolución, por lo que existía mayor probabilidad de
que pasara gente en esa dirección.
Eran casi las 6 de la tarde
cuando por fin alguien pasó con una camioneta cargada de alimento para pollos y
los ayudo con ayuda de una cuerda que traía el conductor. Era ya casi de noche
y había frio, además comenzaba a caer una ligera llovizna, por lo que Jorge se
fue en la camioneta del hombre que los auxilió y Adán y Teo se fueron con la
Dra. Ruiz en la camioneta del trabajo. Durante el camino poco hablaron, tenían
mucha incertidumbre sobre qué pasaría esa noche, era claro que no podrían
llegar a Revolución, pero tampoco sabían dónde iban a dormir en el lugar al que
se dirigían. En Revolución los esperaba el líder ejidal con su familia, pero al
no tener teléfonos en esa comunidad iba a ser imposible avisarles que no
llegarían. “Ellos se van a dar cuenta que no llegamos hoy” dijo la Dra. Ruiz
después de varios minutos sin hablar. Adán y Teo asintieron con la cabeza sin
decir una sola palabra. Afuera solo se escuchaban los ruidos de la camioneta
cuando pasaba una piedra o un bache en el camino de tierra y uno que otro
insecto haciendo los típicos ruidos de la noche.
Llegaron a la comunidad de Úrsulo
Galván y el señor de la camioneta que los remolcaba, los llevo directamente con
un poblador que arreglaba los pocos vehículos del lugar para que les diera un
diagnostico o les hiciera algún arreglo casero y pudieran regresar a la ciudad más
próxima a cambiar las piezas que se habían averiado.
Mientras el mecánico revisaba la
camioneta, la Dra. Ruiz buscaba la dichosa caseta de teléfonos, quería
comunicarse con sus superiores para avisar del retraso que tuvieron y ver la
posibilidad de que mandaran una camioneta al otro día por la mañana; Adán
buscaba lo mismo. Llegaron a una casa de madera con una señal de teléfono de
color azul en una de las paredes, cobraban 15 pesos la llamada por 30 minutos.
La primera en realizar la llamada fue la Dra. Ruiz, habrá tardado alrededor de
20 minutos hablando y gestionando un vehículo listo, pero todo fue en vano, la
solución fue que regresaran a la ciudad más cercana, compraran las piezas con
el dinero de los viáticos y completaran su trabajo.
Al parecer el problema y la
premura se debía a la falta de presupuesto y a que se acercaba el cierre de año
y querían dejar listo los censos de salud que debieron estar terminados en
octubre. La negativa hizo molestar a la doctora quien colgó el teléfono sin
despedirse y sin importarle que Adán le hubiera pedido hablar con su jefe por
un tema más personal. El segundo en marcar fue Adán quien no demoro ni 5
minutos hablando con su jefe para pedirle un permiso una vez regresando a la
oficina, el último en hablar fue Teo, quien marcó a su casa para reportarse con
su mujer y contarles los que había ocurrido en el camino, fue el único que
desquitó los 30 minutos de llamada que le permitía la dueña de la caseta.
Después de casi 2 horas Jorge se
acercó a ellos para decirle que el mecánico del pueblo había conseguido una
banda de distribución usada y había logrado arreglar el radiador, que con esos
arreglos podrían llegar a Revolución al otro día y él regresaría a comprar las
piezas originales para cambiarlas y no tener problemas a su regreso, todos
estuvieron de acuerdo.
El plan original era pasar 2
noches en la comunidad de Revolución, ese sería el punto de encuentro de las
comunidades y familias que vivían en zonas aún más inaccesibles de esa parte de
la sierra. El primer día se tenía agendado que al lugar llegarían las personas
y niños a aplicarse vacunas, hacerse estudios básicos de medidas, peso y
análisis de glucosa, además de un breve diseñado por psicólogos de la dependencia
para tratar de identificar algún problema de salud mental. El segundo día en
cambio, estaba destinado únicamente para brindarles una plática sobre
prevención de enfermedades de transmisión sexual, prevención de embarazos no
deseados y de higiene personal. Una plática que no tomaría más de 2 horas y de
la que una vez terminada regresarían a la ciudad. Al menos ese era el plan. Con
la demora de una noche por culpa de la camioneta, el itinerario cambiaba, la
Dra. Ruiz debía tomar la decisión de que todo se hiciera en un solo día y
regresar ya entrada la tarde o alargar su estancia un día más para cumplir con
los tiempos establecidos.
Los 4 buscaron donde pasar la
noche, el mecánico no los podía alojar puesto que en su casa no había piso
firme y además vivían 6 personas en esa pequeña casa de madera y lamina.
Preguntaron con el hombre que los ayudó a remolcar la camioneta y también
obtuvieron una negativa, lo mismo con la dueña de la caseta telefónica. Su
única opción era avanzar poco menos de un kilómetro hacia una iglesia
adventista, en ella dormía un velador y podía ayudarlos.
La distancia era corta en la
camioneta, pero la oscuridad, el frio y los ruidos de la noche hacían parecer
que estaban viajando más lejos. Adán y Teo se veían entre sí sentados en la
parte trasera de la camioneta, ambos se notaban nerviosos, un poco
atemorizados, estaban en un lugar lejos de casa y sin comunicación en una
camioneta que tenía más probabilidades de volverse a descomponer que de
avanzar, para todos esa era una sensación de miedo. De la nada la camioneta se
detiene de un golpe.
- Ay cabron! ¿Qué pasó?, Gritó Teo.
- No me digas que se volvió a descomponer esta
cosa. Dijo Adán mientras pegaba un manotazo en la lámina de la camioneta.
Ambos se pararon para ver que
sucedía y lo que vieron fue la sombra de un ave de gran tamaño con las alas
abiertas a mitad del camino. Un ave negra con pico amarillo no tan pronunciado,
con alas lo suficientemente largas como para tapar el ancho del camino, emitía
un sonido más parecido al de los patos, era casi un graznido. Jorge le hacia el
cambio de luces esperando que eso asustara al animal, pero al contrario, aquel
animal caminaba hacia ellos con las alas abiertas, paso a paso se acercaba a
las luces de la camioneta. El sonido pronunciado del claxon tampoco asustaba al
pájaro, era obvio que no se iba a mover a menos que algo lo hiciera. Jorge puso
en marcha la camioneta y lentamente fue acercándose, su intención no era matar
al animal, era más bien asustarlo cuando sintiera la defensa de la camioneta.
- ¡Dale duro!- Gritaba Adán con un poco de enojo y
miedo.
- No, lo va a matar, no es nada malo es un
tapacaminos. Son aves de rapiña que viven cerca de los cerros y en las noches
salen a cazar ratones, víboras y animales no tan grandes. No lo maten- Dijo
Teo, bastante calmado y con más serenidad que la de Adán.
Teo parecía conocer del tema, al
ser el mayor de los 4 le había tocado vivir épocas en las que cuando salía de
excursión con sus amigos, llegaban a encontrar animales que hoy en día se ven
menos, para él ver a esa ave era una especie de alegría de saber que aún no se extinguen,
a pesar de que cada vez tienen menos espacio donde vivir.
Cuando la camioneta estuvo lo
suficientemente cerca y con el rugir del motor, el ave cerro sus alas y de 3
saltos se perdió entre la oscuridad y el monte. Los 4 se relajaron y siguieron
el camino. No mucho más adelante se podía ver la iglesia adventista que
buscaban, para su suerte el pequeño foco de la entrada estaba encendido, lo
cual quería decir que muy probablemente ahí estuviera el velador.
Jorge estacionó la camioneta en
la entrada, bajaron de la camioneta y Teo se acercó a tocar la puerta.
- Toc, toc. Buenas noches. Toc, toc.
Nada.
La doctora se acercó a la puerta
y con su voz preguntó si había alguien adentro, se identificó como la Dra. Mónica
Ruiz de Salubridad y explicó el motivo de su presencia en el lugar.
- Espere, ahí voy – Dijo una voz adulta con ese
característico acento de los pueblos alejados.
Por la puerta se asomó un hombre
mayor, de pequeña estatura y con la cara y las manos muy arrugadas, usaba un
sombrero de paja y se cubría del frio con un zarape gris, sus botas llenas de
lodo seco y su pantalón roto le daban un aspecto como de ser casi un vagabundo
y no un velador.
- Buenas noches muchacha, ¿qué hacen por aquí tan
tarde?, preguntó el anciano a la doctora.
- Como le decía hoy teníamos que estar en
Revolución para mañana temprano aplicar vacunas, pero la camioneta se averió y
tuvimos que llegar a arreglarla a Ursulo Galván, la cosa es que no queremos
viajar de noche hasta revolución y en Ursulo nadie nos dio alojo, en otras
ocasiones nos han ofrecido quedarnos aquí, pero no habíamos aceptado por
respeto. Por eso pensábamos en pedirle de favor si nos deja pasar la noche aquí
y mañana muy temprano nos iríamos a Revolución.
- Aquí traemos algo para cenar si usted gusta. -
Intervino de manera oportuna Teo.
- Ah que bueno que traen comida jeje no he comido
desde la mañana, no me caería mal un pan para acompañar mi cafecito- decía el
anciano entre risas.
El hombre los dejó pasar y les
dijo que podían acomodarse donde quisieran, solo que si les iba a pedir un
favor que no tomaran mucha agua o café, porque después de las 11 el ya no
habría la puerta y el baño estaba afuera, así que si alguien quería ir al baño
ese era el momento. De la nada a todos les dieron ganas de ir, y tomaron en
cuenta la recomendación del hombre en cuanto al agua y el café.
La doctora parecía incomoda, era
obvio que no quería estar ahí, caminaba de un lado a otro, se sentaba,
dormitaba, se volvía a parar a caminar, se notaba muy intranquila.
- Jorge, ¿Qué le pasa a la doctora?, preguntó Teo.
- Quien sabe, desde antier que le dijeron que
veníamos para acá, anda de mal humor. Es raro porque ella siempre es accesible
para estos trabajos, de hecho creo que ya ha venido a Revolución en otras 2
ocasiones. De hecho en una ocasión yo la traje también, solo que esa vez no me
quedé, me regrese y mandaron por ellos al otro día.
- A lo mejor es por eso, ya vino, la espantaron y
ya no quiere regresar. Dijo Adán casi susurrando.
- Jajaja, no mames. Dijo Teo.
- ¿Qué? Aquí espantan, yo ya había venido a esta
zona antes cuando trabajaba pagando los apoyos del gobierno y también nos
tocaba quedarnos en las comunidades. Pues hay una comunidad aquí cerca como a 2
horas en la que todos son de una religión así como que muy clavados. Las
mujeres usan faldas hasta el tobillo, blusas de manga larga, cabello largo
suelto o con una trenza, los hombres también usan siempre pantalón y manga
larga, incluso si trabajan en el campo, no fuman, no toman nada de alcohol, se
supone que solo tienen sexo para tener hijos, no aceptan transfusiones de
sangre, no se ponen vacunas, etc. etc., son muy muy apegados a su religión
desde niños.
- Si he escuchado hablar de esos cultos – Dijo Teo
con un poco de soberbia- dicen tener la palabra de Dios casi casi de su propia
boca, pero en realidad solo les lavan el cerebro a esa pobre gente.
- Bueno pues la cosa es que en una ocasión nos
tocó ir a pagar a esa comunidad –siguió Adán- y estando ahí se soltó un fuerte
aguacero, nos avisaron el camino estaba demasiado feo para regresar, se forma
mucho lodo y como es todo de bajada pues nos podíamos accidentar. El encargado
de nosotros y un policía dijeron que era mejor quedarnos esa noche. La gente de
ahí te atienden muy bien, nos dieron de comer y de cenar, nos ofrecieron catres
para no dormir en el suelo, todo bien. La cosa es que ya en la noche pues no
todos dormimos en la misma casa, yo me quedé con un amigo de nombre Agustín en
la casa de una familia que tenía 2 hijas bien buenas. Pues el Agustín andaba de
perro con una de esas chamacas desde que llegamos y en la noche como a las 9 me
dice: “aguántame aquí, voy al baño”. A esa hora la familia ya dormía, yo vi que
se paró y se salió de la casa con rumbo al baño, pasaron como 20 minutos y no
regresaba, yo hasta pensé que la comida le había hecho daño. Me paré caminé
hacia afuera y cuando camino hacía el baño veo que la chamaca mayor venia
apurada acomodándose la falda, me vio y agachó la cabeza. Después de ella vi
que venía ese cabron, como si nada. Le digo: “no seas cabrón, si los papás de
la chamaca se dan cuenta nos van a correr o capaz que hasta nos agarran a
machetazos”. Lo que me dijo me dejó helado: “¿Cuál chamaca?, No mames si yo estaba
en el baño, me hizo daño la comida, ando bien mal del estómago”. Le dije que
antes de que el saliera del baño vi caminar desde esa dirección a la hija mayor
del señor, que ella me había visto y agachó la cabeza, pero él me juró por su
mamá que estaba solo en el baño haciendo sus necesidades y que además en esa
letrina no caben 2 personas al mismo tiempo y menos haciendo “cochinadas”.
Al principio a Jorge y a Teo les
dio risa el relato de Adán, pero cuando este les dijo que después de esa noche
a Agustín le comenzaron a pasar cosas muy extrañas al grado de que un día se
quiso matar porque decía que una mujer se le aparecía en el baño de su casa y
le decía que no lo iba a dejar tranquilo; las risas se volvieron largos
momentos de silencio incómodo.
Adán no volvió a ver a Agustín
después de que el último renunciara al trabajo y se fuera a vivir a otra
ciudad, pero supo que una persona ayudó a Agustín con su amarre y le dijo que a
él lo habían amarrado en un rancho, alguna mujer dedicada a la brujería y que se
lo quería llevar.
A las 11 de la noche en punto,
don Tadeo –el velador de la iglesia- les avisó que iba a ponerle seguro a la
puerta y que ya no la iba a abrir hasta el otro día. La doctora ya dormía, pero
Jorge, Adán y Teo seguían contado historias sobre apariciones y sucesos que les
había sucedido. De la nada don Tadeo se les acercó y les dijo: “qué bueno que
van a repartir condones a Revolución, ya por ahí lleven un poco de agua
bendita, eso es lo que realmente necesitan allá”, el viejo se alejó de ellos y
nadie dijo nada.
La noche pasó rápido para todos,
cuando se dieron cuenta ya había amanecido y don Tadeo limpiaba el interior del
templo.
- Buenos días don, ¿Qué hora es? -preguntó Teo.
- Buen día joven, deben ser las 6 de la mañana,
como verá, yo no tengo reloj, a mí me levanta el gallo.
Tenían que seguir su camino para
llegar pronto a Revolución. Ahorrar tiempo era primordial y Teo lo sabía, por
lo que despertó a los demás para salir de ahí. La doctora ya estaba despierta,
al parecer no pudo dormir bien toda la noche, quizás las comodidades no eran
las adecuadas pero al menos ya hablaba más que el día anterior.
-
Llegando al pueblo, lo primero que tenemos que
hacer es buscar al señor Marcial Trejo. Él es el encargado de conseguirnos un
lugar y las mesas para comenzar con las vacunaciones. Dijo la doctora mientras
buscaba en su bolso negro sus anteojos.
-
Doctora, yo ¿Qué hago? Me regresó y vengo por
ustedes ¿o ya hasta mañana? –Preguntó Jorge, recordándole el mal estado de la
camioneta.
-
Si, déjanos en el lugar y como puedas te
regresas a arreglar la camioneta, no quiero que nos volvamos a quedar en medio
de la nada.
La doctora sacó dinero de un
sobre amarillo y le dio un poco a Jorge para que pudiera cubrir los gastos.
El trayecto fue relativamente
corto y sin ningún contratiempo, llegaron a su destino y ya los esperaban en el
lugar. La doctora se acercó a saludar al señor Marcial, quien parecía saber lo
que les había ocurrido la noche antes. Adán y Teo veían a su alrededor, nunca
habían estado en aquel lugar, pero la belleza natural les llamaba poderosamente
la atención. El pueblo aunque pequeño, contaba con extensos terrenos entre casa
y casa, rodeado en su totalidad por la vegetación del lugar y si caminabas
algunos metros llegabas a tener una vista maravillosa de las montañas que
rodean la región. Muy cerca de ahí nace un rio, lo suficientemente fuerte como
para poder practicar deportes acuáticos extremos, por lo que Adán empujado por
su juventud, se veía con muchas ganas de explorar los alrededores.
- Ojalá terminemos temprano para poder ir a ver el
rio, en una de esas me vengo con unos amigos y lo bajamos en kayak. – Decía
Adán visiblemente emocionado.
- Pues todo va a depender de que tanta gente
venga, el itinerario es atender a todos hasta las 4 de la tarde, para después
dedicarnos a sacar los reportes en limpio. Además no conocemos por aquí, que
tal que llegar al rio es peligroso o se necesita de algún aparato especial. –
Respondió Teo dejando ver su lado paternal.
- Pues ya al rato pregunto a algún chavo de aquí.
Dijo Adán mientras giraba la cabeza de un lado a otro buscando a algún joven
lugareño.
-
Está raro, veo puras mujeres y señores como de
tu edad Teo, pero no veo hombres jóvenes.
- Pues luego en estos ranchos los hombres se van a
trabajar a Estados Unidos y dejan solas a sus mujeres.
- Mejor aún, que sea una de esas chamacas la que
me lleve a pasear al monte. Decía Adán mientras se reía.
Después de las presentaciones
comenzaron a trabajar. El procedimiento era fácil, primero pasarían los niños
menores de con sus madres, anotarían sus datos con Teo e inmediatamente
pasarían a aplicarse la vacuna con la Dra. Mónica para luego pasar con Adán
quien les entregaría el certificado de vacunación a cambio de una firma. Todo
transcurría normal, las mujeres con hijos tardaban un poco más por el miedo a
las agujas, pero la fila de mujeres sin hijos ya estaba en espera y era larga.
En aquella zona de la sierra, la
mayoría de las poblaciones se componía principalmente de mujeres entre los 16 y
24 años, todas ellas sin hijos a diferencia de sus padres, quienes la mayoría
de ellos habían sido padres a muy temprana edad. La Teo lo atribuía al buen
trabajo de la secretaría de salud en cuanto a la difusión de métodos de
prevención y las pláticas sobre planificación de la familia, pero durante un
receso para comer, la Dra. Ruiz le dijo
que no, que la mayoría de la gente de esa zona pertenecía a una religión que no
les permite usar métodos anticonceptivos, que de hecho hasta los años 90 no les
permitían vacunarse, pero eso cambió cuando un brote de sarampión casi mata a
los niños de 4 comunidades de esa zona. La razón del porque la mujeres de esta
generación no tenían hijos era un poco más compleja, dijo la doctora. La
mayoría son mujeres, los pocos hombres que nacieron entre el 90 y el 2000,
murieron por aquel brote y los que no murieron se fueron de aquí. Muchos en
busca de trabajo y otros simplemente estaban hartos de aquí. Ahora, según las
creencias de sus padres, ellas no pueden irse del pueblo, es un mandato cuidar
a sus padres hasta que mueran y así heredar sus tierras, por lo tanto pues no
pueden salir a conocer novios ni nada, en todo caso tendría que venir algún
hombre de otro lugar a casarse y quedarse aquí.
Adán interrumpió a la doctora:
“pues no va a faltar algún chamaco que diga que por unas cuantas cabezas de
ganado y tierras si se viene a vivir acá, total solo es hasta que se mueran los
papas de la muchacha”. Teo sólo se reía de las ocurrencias del joven y la
doctora sonreía mientras movía la cabeza como pensando en que Adán ya no tenía
remedio.
Pues eso dices tú, pero llevo
años viniendo a esto en las jornadas de salud y créeme que he visto muchas
caras familiares, muchachas que ya tienen sus 25 años y no tiene ni novio ni
hijos. Por algo no vienen los que tú dices que lo harían por tierras y ganado,
dicen que es porque son muy apegadas a la religión y pues tu sabes que luego
las niñas de religión pues no son tan abiertas como las demás. Los 3 reían
mientras se veían entre sí.
El día transcurría normal, era
momento de las últimas mujeres y de los hombres. Teo notó que al final de la
fila, una joven muchacha de cabello claro, ojos grises y piel apiñonada lo veía
fijamente y cuando éste la veía ella sonreía. Era para él imposible no verla
cada que terminaba de escribir los datos de las personas, la muchacha destacaba
de entre las demás, pero él sabía que era solo una travesura de niñas. La
muchacha iba acompañada de su madre, una mujer de unos 40 años muy parecida a
ella, pero con la diferencia de que su color de cabello era más oscuro. Cuando
llegó el turno de la muchacha, Teo la registró. En la voz de la joven se notaba
su juventud, era todavía una adolescente bien desarrollada, tímida pero al
mismo tiempo mostraba en sus formas, una actitud avasalladora.
- Ernestina Macías Cruz, 19 años. –Dijo la
muchacha cuando fue su turno de registrar sus datos ante Teodoro, al mismo
tiempo en que extendía su fría mano hacia él.
- Ehh, un momento, sí. Ya está. –Contestó Teo
tartamudeando y visiblemente nervioso por no saber si escribir los datos
primero o contestar el saludo de mano, al final primero la saludó.
La última persona en registrarse
ese día fue un hombre de nombre Edgar Macías, padre de la joven y líder del
culto religioso del pueblo. Don Edgar, un hombre alto y con mirada férrea pero
de buenos modales no ocultaba su preocupación por las vacunas, él había crecido
sin vacunarse y siempre se mantuvo sano, muy al contrario creía que las vacunas
eran una manera de controlar a la población por parte de los gobiernos, pero
entendía que debía hacerlo. Según él, así como se hacían vacunas en
laboratorios, también se inventaban enfermedades para tener a la gente con
miedo, solo que esas enfermedades si eran reales, por lo que muy a su pesar se
iba a tener que aplicar la vacuna. La Dra. Ruiz trató de calmarlo diciéndole
que esas vacunas no eran más que prevención y que no se la volverían a aplicar
hasta dentro de 5 años. El hombre se descubrió el pecho y el hombro para dejar
que la aguja se introdujera en la piel, mientras en forma de susurro dijo: “el
verdadero mal no se cura con agujas doctora y a usted le consta”.
Más tarde ese día y con el sol a
punto de ocultarse, los 3 trabajadores del estado hacían lo propio en una
pequeña cabaña habilitada para que ellos pudieran hacer su labor y pasar la
noche. La gente del lugar había colocado 4 catres con cobertores y un par de
mesas de plástico con sus sillas, el alimento lo proveía una familia y
cualquier cosa que llegaran a necesitar, don Marcial se los conseguiría.
Un grupo de 3 jovencitas se acercó
a la cabaña y les dijo que si necesitaban café o algo más caliente para
protegerse del frío, lo pidieran, la madre de una de ellas tenía cobertores de
sobra y se los prestaría sin ningún problema. La doctora respondió que ella si
iba a necesitar al menos otro cobertor, el frío en esa parte de la montaña era
lo suficientemente intenso como para que ella no pudiera dormir, Adán y Teo
dijeron estar bien así, pero si pidieron café o algo caliente para soportar al
menos 2 horas más de trabajo.
- Les comentó que si a las 9 de la noche no hemos
terminado los reportes, ahí lo dejamos y seguimos mañana, no pienso quedarme
despierta mucho tiempo. En este lugar no hay luz eléctrica a menos que tengan
una bomba de esas que se cargan con gasolina. Dijo la doctora sin levantar la
mirada.
- Como usted diga doctora. Respondió Teo.
Adán un poco más impaciente preguntó algo que hizo
que la doctora dejara lo que estaba haciendo y lo volteara a ver con una cara
muy seria.
- Doc., ¿a usted ya la espantaron verdad?, por eso
no se quiere dormir tarde, no ha tomado nada de café en todo el día para dormir
temprano.
La Dra. Ruiz sin decir una
palabra regresó la mirada hacia sus anotaciones y los demás solo la veían como
esperando una respuesta. Hasta que después de terminar de escribir un párrafo,
dejo su pluma sobre la mesa les contó lo sucedido.
“Hace 2 años vine con otro equipo
a este mismo lugar, yo no venía como encargada, al frente del equipo venía un
compañero que ya no trabaja aquí. Él era uno de esos hombres que están
acostumbrados a que el puesto lo define y creía que podía dar órdenes en donde
sea que fuera, pero hay lugares donde no les gusta esa actitud. Aquella vez las
jornadas fueron mejor planeadas y teníamos más presupuesto. Éramos 7 personas
para una gira de 6 días y veníamos con el equipo necesario para no tener que
depender de las personas de las comunidades, en la oficina se nos advirtió que
la gente de esta zona no era gente muy abierta de mente, al contrario, su
religión los hacia tener ciertos prejuicios ante muchas cosas que a nosotros
nos parecen normales. El doctor encargado no lo entendió así y desde que
llegamos a la primera comunidad llegó con aires de dictador, trataba a la gente
como su fueran sus esclavos, les exigía las cosas, no las pedía por favor, les
tronaba los dedos e incluso los insultaba. Obviamente para cuando llegamos a la
segunda comunidad la gente ya estaba preparada, nos recibieron con hostilidad e
incluso algunos amenazaron con no asistir a las pláticas si no respetábamos sus
costumbres. Entre todos hablamos con el jefe y le dijimos que lo mejor era
hacer las cosas rápido, no enfrascarnos mucho con los lugareños para terminar
la semana e irnos a nuestras casas, ese segundo día así fue, el problema se dio
cuando llegamos aquí; el doctor tenía fama de ser “ojo alegre” y rápidamente se
fijó en la hija del señor Marcial. Aquí en Revolución nos teníamos que quedar 2
noches igual que en esta ocasión, entonces el hombre lo que hizo fue pedirle a
don Marcial que le designara a su hija para ayudarnos pues según él veníamos
cortos de personal. Don Marcial es un hombre educado y muy atento, además de
ingenuo, el jefe le había dicho que si todo salía bien, él podría conseguir que
el secretario de salud mandara a construir una clínica en el lugar y que su
hija podría desempeñarse como enfermera del pueblo, obviamente todo era
mentira, el hombre lo que quería era enamorar a la muchacha; don Marcial aceptó
y eso fue el peor error. Aquella primera noche el doctor se quedó a dormir en
la casa de don Marcial, ya se lo había ganado con tantas mentiras y una falsa
amistad que tenían, nosotros nos íbamos a quedar en unas casas de lona armables
que nos dieron y que nos protegían bien de la lluvia y el frio, además teníamos
calentadores de baterías y todo. Esa noche fue horrible. Eran las 10 de la
noche y todos en el pueblo dormían, no había una sola luz prendida, en la
cabaña armable habíamos 3 mujeres y las 3 escuchamos voces afuera de la casa,
despertamos a los hombres y les dijimos que habíamos escuchado voces además de
pasos. Uno de ellos salió con una linterna y le dio la vuelta a la casa; no
encontró nada. No pasaron más de 10 minutos cuando se escuchó un golpe macizo
en una de las camionetas, rápido salieron a ver los hombres y vieron que una de
las puertas tenía una abolladura, parecía que alguien la había pateado con
mucha fuerza. Dos compañeros caminaron hacia casa de don Marcial para despertar
al jefe y comentarle lo sucedido. La casa de don Marcial ya vieron que está en
la entrada y desde aquí son al menos unos 500 metros caminando en la oscuridad,
solo con un par de linternas. Llegaron con el jefe y le explicaron lo sucedido,
a los pocos minutos regresaron los 4 –don marcial incluido-, revisaron la
camioneta y vieron que no solo tenía ese golpe en una de las puertas sino que
también tenía rota una manguera de agua cerca del motor. A todos les pareció
muy extraño y decidieron que era mejor no dormir afuera por cualquier cosa.
Algunos durmieron en la casa más cercana que teníamos para poder estar pendientes
de las camionetas y a mí me tocó dormir en la casa de don Marcial junto con mis
otras 2 compañeras. Estábamos muy asustadas, pensábamos que alguien nos quería
hacer daño y temíamos que al otro día ya no estuvieran nuestras cosas. Como
pudimos nos volvimos a dormir hasta que en algún momento de la madrugada la
hija de don marcial nos despertó asustada y no dijo que el doctor estaba afuera
tirando piedras a las camionetas y que a ella le había dicho que no dijera
nada. Nos levantamos lentamente y salimos a ver, efectivamente, el doctor
estaba tirando piedras hacia las camionetas, nadie parecía escuchar y solo la
muchacha se había dado cuenta. Nos acercamos despacio y le dijimos que dejara
de hacerlo, le dijimos quienes éramos para que no nos fuera a hacer algo, pero
él parecía no escucharnos, de pronto se encendió una luz en la casa donde
dormían 2 compañeros más y salieron de la casa corriendo, cuando vieron al
doctor también se detuvieron, ellos lo veían de frente y nosotros de espaldas.
Al ser hombres se pudieron acercar y lograron evitar que el doctor siguiera
arrojando piedras a los vehículos, cuando lo sometieron el hombre gritaba muy
fuerte, gritaba que se quemaba, que lo soltaran porque todos se iban a quemar
con él. Los vecinos se despertaron y alguien le dio un té para relajarlo, aquí
no usan medicinas. Este té fue efectivo, el doctor se tranquilizó a los pocos
minutos y se quedó dormido, todos estábamos asustados, eso había sido todo un
espectáculo”
La historia fue interrumpida por
las 3 jóvenes que previamente habían ido a ofrecer cobertores y café.
- Aquí están los cobertores y una olla de café
bien caliente. Dijo una de ellas
- Muchas gracias, dile a tu mamá que le agradezco,
me iba a morir de frio aquí. Dijo la doctora mientras tomaba los cobertores.
- Gracias a Dios, dijo Adán agradeciendo la
interrupción, la tensa historia más las tazas de café que ya había tomado le
habían quitado el sueño.
Las chicas curiosas por la labor
de los 3 empleados estatales, comenzaron a hacer preguntas, la mayoría de ellas
simples, curioseaban sobre los lugares que habían visitado y generalmente sobre
sus labores. Los 3 se relajaron y comenzaron una plática más casual con las
muchachas. Adán aprovecho para preguntar sobre el rio y como llegar, estaba
decidido a regresar a explorar la zona con sus amigos. Por su parte la doctora platicaba
con una de ellas sobre la vida que tenían en la comunidad, sus estudios y sus
aspiraciones. Teo hablaba poco pero notaba que la joven del cabello claro le
sonreía tímidamente y no dejaba de verlo. Para un hombre de su edad, eso le
parecía halagador, aumentaba su ego masculino quizás.
- ¿Tienes hijos?- Preguntó Ernestina a Teo.
- ¿Hijos? Sí, tengo 2. Una hija como de tu edad y
un varón 2 años mayor. Respondió.
- ¿Cómo se llaman?
- Eh, bueno mi hijo se llama Luis y mi hija se
llama Mariana como su madre.
- Ah estás casado. ¡Lástima!
Esa declaración puso nervioso a
Teo, de inmediato dio un sorbo a su café caliente y dijo: “este café si nos va
a hacer entrar en calor”, visiblemente nervioso. Adán y la Dra. Ruiz se habían
dado cuenta que Ernestina y Teo no había indiferencia, se veían fijamente y
eras obvio que la joven estaba interesada en él, por lo que de inmediato la
doctora terminó la convivencia.
- Bueno niñas, creo que ya es hora de que se vayan
a casa, es tarde y no quiero que sus padres piensen mal. Además tenemos que
terminar esto y ya estamos atrasados, por favor agradezcan por el café y los
cobertores.
Las muchachas se despidieron
sonrientes de cada uno de ellos. Evidentemente la despedida entre Ernestina y
Teo fue más incómoda, ella acercó su rostro para despedirse de beso en la
mejilla, pero él solo le extendió la mano. Se había dado cuenta que tanto Adán
como la doctora notaban algo entre ellos, aun cuando él no dio pie a esa
situación.
Las muchachas se fueron de ahí
con linternas en mano, solo se podía ver la luz blanca de las linternas
alejarse entre la neblina y la oscuridad. Teo en un intento de romper el hielo
y desviar la atención, le pidió a la doctora que continuara con su historia, se
había quedado en la parte más interesante. La doctora no quiso seguir con la
historia, quería terminar el trabajo para dormir.
Esa noche más tarde cuando ya
todos dormían, o al menos es lo que parecía, Teo escucho un golpe en la pared
de la cabaña, un golpeteo leve como de una piedra. Un poco sugestionado por la
historia que le habían contado previamente y con los nervios alterados por
culpa de tanto café, camino en cuatro patas hacia donde estaba acostado Adán y
lo despertó. Adán tampoco podía dormir, solo daba vueltas en su colchón y
cerraba los ojos para tratar de descansar; él también había escuchado los
ruidos.
Decidieron salir juntos a ver qué
pasaba, probablemente era un animal queriendo meterse en busca de comida o la
rama de algún árbol que golpeaba con el aire. Afuera de la cabaña vieron un montón
de piedras pequeñas tiradas, como si alguien las hubiera arrojado a propósito,
ellos solo se veían, les recordaba la historia que les estaba contando la
doctora sobre el jefe que años atrás hizo lo mismo con la camioneta en la que
iban. Eso ya no era normal, sin duda alguien arrojó esas piedras, no era
casualidad que todas cayeran en el mismo lugar de repente. Los 2 decidieron no
despertar a la doctora, en cambio, decidieron estar alerta por si volvían a
escuchar el ruido y salir enseguida a ver quién era el que los molestaba.
Regresaron a acostarse sin poder conciliar el sueño y a los pocos minutos lo
volvieron a escuchar, de inmediato se levantaron y corrieron a la puerta y
vieron afuera a Ernestina arrojando piedras, ella parecía sonámbula, con la
mirada perdida y arrojaba las rocas casi por inercia, trataros de hacerla
reaccionar pero nada funcionada hasta que Adán le asestó una bofetada en el
rostro. La muchacha cayó desmayada sobre la tierra y de inmediato le hablaron a
la doctora, eran cerca de las 2 de la madrugada y faltaban algunas horas para
amanecer, por lo que no podían esperar a la mañana.
- Doctora, despierte por favor. Dijo Adán en voz
alta
- ¿Qué pasó Adán, que hora es?
- Doctora todavía es de noche, afuera esta la hija
del pastor desmayada, estuvo arrojando piedras en la noche, pero estaba como
sonámbula cuando la encontramos.
- ¿Dónde está Teo?
- Afuera con ella, está tratando de despertarla.
La doctora tomó su abrigo y unos
algodones con alcohol que utilizan para las inyecciones, salió de inmediato y
cuando salieron la joven ya estaba en pie, se despidió de Teo y caminó hacia la
oscuridad.
- ¿Qué pasó Teo, a donde va? Adán me dijo que se
había desmayado.
- Si doctora, se desmayó pero de pronto volvió en
sí. Me dijo que ella sufre de problemas de sueño y que no es la primera vez que
le pasa, que incluso sus papás ya saben.
- Pero ¿A dónde va? Vayan por ella hay que
llevarla nosotros, la gente puede pensar cosas malas, ustedes no conocen a la
gente de por estos lugares.
Adán corrió detrás de la muchacha
pero no la encontró, regresó antes de que ya no pudiera ver el camino de
regreso en esa negra oscuridad. “Ya no la alcancé” alcanzó a decir mientras
tiritaba de frío.
Los 3 regresaron a la cabaña un
poco asustados, la doctora les dijo que a primera hora irían a la casa de la
muchacha y les dirían a sus padres lo que vieron, ella diría que también estuvo
ahí para que no pensaran que le habían hecho algo los 2 hombres. Teo tenía una
mirada desencajada, no estaba muy a gusto con lo que acababa de ver o tal vez
ya todo se había combinado para crear en él una autosugestión capaz de hacerlo
tener miedo.
Todos se acostaron a dormir
nuevamente y esta vez parecía que así era. De pronto en una de las tantas
vueltas que daba Adán se percató que Teo no estaba en su lugar, salió a
buscarlo y lo vio caminando en dirección a la letrina que usaban para hacer sus
necesidades, aprovechando que su amigo iba, él decidió ir también, al menos así
regresarían acompañados pensó. Teodoro caminaba muy a prisa y Adán al ver esto
comenzó a trotar, de pronto vio que Teo se siguió de largo y paso a un costado
del baño internándose en los matorrales. Adán corrió de prisa, quería ver a
donde se dirigía su compañero, llegó a la zona donde perdió de vista a Teo y
comenzó a escuchar voces de mujer, caminó sigilosamente hasta que de entre esa
oscuridad pudo ver las luces de una lámpara de alcohol encendida y las sombras
de 2 personas; una era Teo y la otra era una mujer en bata de dormir. Adán se
acercó un poco más para verle la cara a la mujer, pero sospechaba de quien se
trataba y en efecto, era Ernestina. La muchacha y Teo comenzaron a besarse y a
tocarse de manera sexual, Adán invadido por la curiosidad decidió quedarse a
ver un poco más, hasta que de pronto la joven se detuvo.
- Hay alguien aquí, dijo Ernestina en voz alta.
- No hay nadie estamos solos, respondió Teo.
Ambos se quedaron en silencio por
casi 1 minuto, mientras Adán se mantenía casi sin respirar en la misma posición
para no ser descubierto. La joven se sintió incomoda y le pidió a Teo regresar,
no se sentía a gusto y argumentaba que alguien los estaba observando. Teo trató
de convencerla de quedarse un poco más y Adán aprovechó ese momento para salir
de ahí y regresar a la cabaña lo más pronto posible.
Adán se recostó en su lugar y a
los pocos minutos escucho llegar a Teo muy silenciosamente. No dijo nada,
decidió hablar con él por la mañana.
A la mañana siguiente La Dra.
Ruiz y sus compañeros preparaban todo para impartir un platica sobre
enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados y métodos de
prevención sexual, cuando de pronto el señor Edgar se acercó a los 3 y les dijo
que su hija le había comentado algo muy temprano. La cara de Teo se puso pálida
y comenzó a sudar de las manos, la doctora en cambio respondió que en efecto,
durante la noche había ocurrido algo con su hija. Le dijo que la joven había
aparecido a mitad de la madrugada arrojando piedras a la cabaña, parecía
sonámbula, pero que de inmediato la auxiliaron y la ayudaron a regresar a casa.
El hombre les dijo que eso no era lo que su hija le había contado, que ella le
dijo que efectivamente caminó sonámbula hacia la cabaña y comenzó a arrojar
cosas, pero que la doctora nunca salió de la cabaña, que los que la despertaron
a golpes habían sido los caballeros y que ni siquiera la habían acompañado de
regreso a casa. “Mi hija sufre de una condición que la hace despertar por las
noches y hacer cosas de las que no es consciente” les dijo, pero eso no quiere
decir que no le brinden la atención necesaria, se supone que trabajan en la
salud, dijo el hombre molesto y sin dejarlos contestar se dio la vuelta y se
fue.
La doctora les dijo que
acortarían la plática lo más que pudiera y que esperarían a que Jorge regresara
con la camioneta lista para irse ese mismo día a la hora que fuera, que no era
conveniente pasar una noche más ahí.
Antes de que comenzara la plática
y aprovechando el tiempo que les tomaba a las personas registrarse, Teo buscaba
a Ernestina, pero la joven lucia molesta, ya no era la misma muchacha que un
día antes, aquella joven que le sonreía y le lanzaba miradas picaras, ahora a
duras penas lo miraba y cuando lo hacia lo esquivaba de inmediato. Teo se
acercó a ella para platicar sobre la noche anterior y ella lo dejo con el
saludo en el aire y se marchó. Adán vio la acción y le dijo a Teo, ya no la
busques déjala en paz o nos vas a meter en problemas, además es una niña. Teo
sabía que Adán los había visto, por eso Ernestina no quería acercarse a él y en
frente de todos comenzó a reclamarle:
- Deja de meterte en lo que no te importa chamaco
pendejo, déjame a mí en paz. Yo no tengo la culpa de que a ti nadie te haga el mínimo
caso ni de que estés separándote de tu mujer, ayer andabas de fisgón y me
seguiste ¿verdad? Eres un envidioso, no soportas que un hombre de mi edad tenga
más éxito con las mujeres que tú.
Cuando por fin terminó de gritar,
se dio cuenta del error que había cometido, el enojo le había nublado la mente
y en un arrebato de furia terminó diciendo cosas que no debía. La Dra. Ruiz
intervino y separó a los hombres y le dijo a Teo en voz baja: “metete a la
cabaña y prepara tus cosas ya y que nadie se dé cuenta”.
- Si gustan ir tomando asiento, que ya estamos a
punto de comenzar. Dijo la doctora hacia los pobladores.
La gente del pueblo se veía a disgusto con lo que acababan
de escuchar de voz de Teo, por lo que don Marcial Trejo se acercó a hablar con
ellos.
- Doctora le voy a pedir un favor, hagan su plática
lo más rápido posible y váyanse. Ah y por lo que más quieran, no intenten
darles los condones que traen en esas cajas, esta gente es muy cerrada con esas
cosas, ya de por si fue un problema que aceptaran que ustedes vinieran, no
quiero tener más problemas con ellos. Le repito, hagan la plática y váyanse.
- Entiendo don Marcial, pero tenemos que esperar a
que vengan por nosotros.
- Si es necesario les conseguimos una camioneta
que los baje a Ursulo Galván, pero váyanse rápido.
La doctora Ruiz mandó a Adán a
decirle a Teo que fuera con don Marcial
a conseguir una camioneta, pero cuando llegó a la cabaña Teo no estaba. Salió a
buscarlo y cuando lo encontró, Teo tenía a Ernestina tomada del brazo atrás de
la cabaña, la muchacha le pedía que la soltara y Teo no lo hacía. Adán podía
escuchar como Teo le decía a la chica que se fuera con él, que le podía dar
todo lo que ella quisiera en la ciudad. Tenía unas rentas que podía poner a su
nombre ya que su esposa no sabía de esas rentas que heredó de una hermana de su
difunta madre, además le prometía meterla a estudiar lo que ella quisiera para
que se superara y casarse con ella. La muchacha decía que no y se quejaba. Adán
se acercó y Teo soltó a la joven que corrió hacía donde estaban las demás personas.
- ¿Qué haces Teo? Nos van a matar por tu culpa,
dijo Adán muy enojado.
- Tú no te metas, esto es entre ella y yo. Dijo
Teo y salió en busca de Ernestina.
Cuando llegó a donde estaban
todos, Ernestina lloraba abrazada de su padre y le decía que Teodoro la había
violado la noche anterior. La gente del pueblo comenzó de inmediato a
agredirlos con lo que sea que tuvieran a la mano y entre los pocos hombres del
pueblo lograron someter a Teo y a Adán y los amarraron a unos viejos árboles.
La Dra. Ruiz trató de hablar con ellos pero no hacían caso, ellos exigían un
castigo para los violadores y le advirtieron a la doctora que se fuera y no
dijera nada o a ella también le iba a pasar lo mismo que a ellos. Adán rogaba
por su vida y juraba no haber hecho nada de lo que la joven decía, en cambio
Teo, él gritaba a los 4 vientos que amaba a Ernestina y que se quería casar con
ella, que ella también lo amaba y que tenían que dejarlos consumar su amor.
Obviamente Teodoro estaba fuera de sí, no era él, nada de lo que decía tenía
sentido. Adán y la doctora sabían que Teo no iba a comportarse de esa manera,
en el tiempo que tenía trabajando ahí nunca había intentado nada con alguna
compañera, era muy respetuoso de los demás y de su familia.
El señor Marcial como representante
del pueblo intervino y trató de calmar a los que pedían linchar a los hombres.
Pidió que le dieran la oportunidad a la doctora de llamar a la policía y que
ellos se encargaran de encarcelar a los 2, pero solo recibía negativas.
- Lo que le hicieron a mi hija no tiene perdón y
por eso deben pagar.
- Entiendo Edgar, pero tenemos que resolver estas
situaciones como dice la ley y no como tú crees que deben ser.
- De seguro estas de su parte porque también eres
igual que ellos, ya he escuchado rumores de que te le insinúas a las mujeres
del pueblo, es por eso que no quieres a Dios en tu vida.
La plática se tornaba cada vez más
intensa y de repente el sonido de un motor se escuchó a lo lejos.
Jorge se
acercaba acompañado de un policía estatal enviado directamente por el Director
de la dependencia para la que trabajaban, al ver a sus 2 compañeros amarrados a
un árbol, Jorge condujo con temeridad hasta ese árbol y estacionó la camioneta
de manera que los pobladores ni pudieran tocarlos, de inmediato el policía bajo
con el arma en mano y se identificó. La gente del pueblo no parecía importarle
la presencia del policía, exigían la muerte de Adán y Teo. Jorge y la doctora
por su parte aprovecharon la distracción para desamarrar a sus compañeros y
cuando lo lograron Jorge se subió a la camioneta y comenzó a acelerar en dirección
de la muchedumbre, la doctora, Adán y el policía tuvieron que subir a Teo a la
fuerza a la batea de la camioneta y ahí lo sometieron, Jorge arrancó a toda
velocidad mientras la gente les arrojaba piedras, botellas y palos, algunos corrían
por sus caballos y el otros 3 golpearon al señor Marcial para quitarles las
llaves de su camioneta, puesto que él era el único que tenía vehículo en la
comunidad. Jorge condujo sin importarle nada, habían dejado atrás todo su
trabajo, y los que llevaban consigo pero no importaba, solo querían estar a
salvo.
Mientras se alejaban, el policía detonó su arma hacia el cielo un par de
veces para evitar que los siguieran.
Al fin llegaron a aquella
desviación que los había llevado a Ursulo Galván y ahí se detuvieron a revisar
a Teo quien para el momento se encontraba convulsionando y sacando espuma por
la boca. La Dra. Ruiz intentó atenderlo con lo poco que tenían en la camioneta
pero era imposible, Teo presentaba signos de envenenamiento, había que llevarlo
de urgencia a un hospital y el hospital más cercano estaba a unas 4 horas de
distancia, fue cuando Jorge le dijo a la doctora:
- ¿Y si lo llevamos a donde llevamos al Doctor
Jaime?
La doctora echó un rápido vistazo
a Teo y dijo: “No tenemos más remedio, maneja con cuidado pero date prisa”
Jorge siguió su camino, parecía
conocer el camino al que querían llegar. La doctora le pidió al policía que le
alcanzara una botella de agua de las que tenían en la cabina de la camioneta
para darle de tomar a Jorge y provocarle el vómito. El policía y Adán hacían
todo lo que les pedía la doctora y no decían palabra alguna. De repente Jorge
bajó la velocidad y vieron que al fondo de un camino angosto por el que no
podía pasar la camioneta había una casa con rejas por todos lados, rejas simples que usaban
como protección en las ventanas. Bajaron a Teo y entre todos lo cargaron hasta
esa casa, de ahí salió una mujer a recibirlos. La doctora le explicó que tenían
a un compañero en un caso de envenenamiento y que sabían que ella podía
ayudarlos. La mujer vio a Teo de cerca y aceptó ayudarlos. Pasaron a la casa y
acostaron a Teo en una mesa, mientras la mujer buscaba en su recamara algunas
cosas para salvar la vida de Teo.
Mientras la mujer buscaba sus artículos,
la doctora le dijo a Adán que la acompañara afuera y dejara solo a Jorge
adentro –el policía se había regresado a la camioneta a buscar la bolsa de la
doctora-.
- Adán, lo que pasó allá arriba no fue envenenamiento
–dijo muy seria-, lo que le hicieron a Teo fue brujería, ¿recuerdas la historia
que les conté sobre el doctor Jaime? Aquella vez terminamos aquí también.
- Pero, ¿Qué pasó?
- En aquella ocasión el doctor le dieron de tomar
un té de hiervas que ellas siembran en la comunidad y mientras dormía le
hicieron un trabajo de santería. Después de que evitaron que siguiera arrojando
piedras a la camioneta, el doctor se volvió a despertar y se fue a meter a la
cama de la hija de don Marcial y la comenzó a tocar. La muchacha gritó y
despertó a su papá, cuando el padre de la muchacha llegó vio al doctor desnudo
hincado en el cuarto de su hija pidiéndole que se fuera con él, con la mirada perdida y con la voz temblante.
Don marcial nos mandó a llamar a todos y nos dijo que el doctor estaba mal, lo
atendimos pero solo logramos dormirlo hasta el otro día. Ya más tranquilos Don
Marcial no parecía molesto con nosotros o con Jaime, pero si parecía molesto
con alguien. Nos llamó a la cocina y nos dijo: “Se tienen que ir y se tienen
que llevar al doctor de aquí, esas brujas ya le pusieron el ojo y creyeron que
yo le iba a hacer algo, pero yo ya las conozco y no voy a caer. Al doctor le
hicieron un trabajo para que atacara a mi hija, quieren que yo mate al doctor
para que me lleven preso y luego ya nadie quiera venir a dar pláticas de salud
aquí. Esa religión que profesan es muy rara, dicen que es de Dios, pero el Dios
que yo conozco no acepta la brujería”.
- - O sea que las mujeres del pueblo son brujas y ¿querían
que Teo pareciera un violador para matarlo?- intervino Adán muy preocupado.
- - Si, en teoría sí. Por eso casi no hay hombres,
según don Marcial cuando una mujer se embaraza y el producto es niño siempre
tienen “abortos espontáneos o mueren durante el parto” y a las niñas las traen
pegadas a las mamás hasta que cumplen 16. Los varones hijos de los que no son
de esa religión se van del pueblo antes de los 15 años y nunca regresan, le
mandan dinero a sus familias y las ven en otros lugares pero no regresan por
miedo a que las brujas les hagan lo mismo.
La plática fue interrumpida por
el policía que le entregó la bolsa a la doctora y les pidió que le dijeran lo
que había pasado; la doctora le contó una versión oficial.
Casi media hora después, la mujer
de la casa salió a decirles que ya podían pasar. Adentro encontraron a un Teo
despierto y con visible cansancio, tenía unas marcas en la espalda como de
aruñones hechos con garras y chupetones en el cuerpo. La mujer habló con la
doctora y le dijo que de todos modos tenían que llevarlo a que le lavaran el estómago
porque las plantas que usan esas mujeres eran demasiado fuertes y siempre
quedan restos en el cuerpo, la doctora le dio 2 mil pesos a la mujer y se
despidieron.
Teo y la doctora iban dentro de
la cabina de la camioneta con Jorge y Adán y el policía iban en la batea. Ahí
Teo le preguntó a la doctora “¿Qué era lo que le habían hecho?”, la doctora le
explicó lo mismo que a Adán, le habían hecho brujería con la finalidad de
matarlo ahí para que ya nadie quisiera ir a esa comunidad pero Jorge le dijo
que había otra razón.
- Perdón que me meta doctora, pero hay otra razón,
tal vez no lo mataban a Teo, pero le
iban a querer sacar dinero o alguna propiedad.
- ¿Eso te dijo don Marcial?
- No. Eleuterio el que trabaja en el parque
vehicular es de por estos rumbos y cuando regresé a arreglar la camioneta me
dijo que viniera por ustedes y que no se quedaran otra noche más, porque las
mujeres de por aquí inventan esas cosas para después pedir dinero o propiedades
a cambio de dejarlos en paz con la brujería. Que porque según él, el dinero lo
usan para comprar terrenos y construir iglesias de su religión.
Teo y la doctora se quedaron
callados y no dijeron más.
Más tarde llegaron a su destino y
fueron a una clínica a que le dieran a Teo algo para desechar lo que pudiera
restar en su cuerpo. Esa fue la última vez que se vieron.
A Teodoro le dieron una
incapacidad de 8 días para que se recuperara y no regresó a trabajar después de
eso. A la doctora la premiaron dándole a su cargo una clínica de salud al sur
del estado y Adán encontró un trabajo en el que ya no tuviera que visitar
comunidades lejanas. Pero es seguro que si no creían en brujas, ahora creen y
les temen más que nunca.
A. R. MORENO
Muy buena historia y una buena reflexion
ResponderEliminarHola q tal alvaro, un gusto saludarte, mi nombre es SAUL GARCÍA y soy del municipio de hueyapan de Ocampo, Veracruz, me gustaría pasarte varias historias algunas vividas por tu servidor y otras que me las an contado, me gustaría enviártelos por audio, dime como hago enviártelos, saludos que tengas buen día
ResponderEliminarAR Moreno, aqui buscando mas alla de las historias recientes. saludos, excelente historia.
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