EL VIEJO PASTIAN
El viejo Pastián
Escrita por Piña Jimenez
Adaptada por Álvaro Ramos
Hola
mi nombre es Piña Jiménez y soy de un lugar llamado Ciudad Lerdo de Tejada en
el Estado de Veracruz. Lerdo (como la conocen en la región) es principalmente
conocida por la actividad cañera, en su momento de mayor auge operaban ahí 2
ingenios cañeros, mismos que provocaron el crecimiento de la ciudad de manera
repentina, la llegada de personas de otros lugares, trajo consigo no solo una
mayor diversidad cultural y social, también significó un crecimiento económico
y gastronómico en el lugar.
Fue
durante el auge de la ciudad en que ocurre un hecho que al día de hoy sigue
siendo parte de las leyendas de la ciudad. Si bien la historia tiene sus
diferentes matices y bemoles, todo el
que la cuenta o la ha escuchado sabe que se trata de lo mismo y es algo que
realmente te da qué pensar la primera vez que la escuchas. La historia llegó a
mí a través de mi abuela, a quién yo llamo “mamá” pues fui criado por ella como
si fuera su hijo. Aclaro que no se trata de creer o no creer en lo paranormal, este
hecho ocurrió y muchas personas que vivieron en aquella época lo pueden
confirmar.
Todo
sucedió a mitad del siglo pasado, aproximadamente entre 1958 y 1960, mi madre
tenía escasos 8 o 9 años. Una tarde mientras se haciendo sus quehaceres,
escuchó un que afuera, en la calle, la gente armaba un gran alboroto. El
bullicio y los griteríos no eran algo común en aquella época y menos cerca de
la casa de mi madre. Ella vivía en una colonia llamada “El Zacatal”, que si
bien está dentro de la ciudad, no es precisamente la mas céntrica.
Afuera
el tumulto se hacia cada vez mas grande, gente enardecida se acercaba minuto a
minuto, todos gritando maldiciones e incitando a la violencia, mi madre era muy
joven, tenia miedo, le causaba mucha angustia lo que sucedía. Desde la reja que
divide el terreno de su casa con la calle veía como la gente amontonada seguía
su camino entre gritos y empujones, preguntó ¿qué era lo que pasaba? Nerviosa y
al borde del llanto, cuando de pronto, de la casa salió su padre (mi abuelo),
quién venía de la calle apurado para ver que todos estuvieran bien. El abuelo
había conseguido un poco de información, al parecer lo que ocurría era un intento de linchamiento. La
gente quería linchar a un hombre conocido como “Benito Pastián”, al cual según
lo que había recopilado mi abuelo se le acusaba de actos atroces.
Según
los pobladores, semanas antes, una mujer que vivía cerca de donde hoy en día
hay una gasolinera casi a las afueras del pueblo, se encontró a Pastián y éste le preguntó cómo
llegar a cierto lugar no muy lejos de ahí. La mujer le dio indicaciones de cómo
llegar a su destino pero al ver que el hombre parecía no entender bien las
direcciones y al verlo un tanto confundido, le dijo a su hijo que lo acompañara
por un camino rural para cruzar el cañal que lo llevaría en dirección de su
destino.
A
pesar de que la mujer no conocía del todo a aquel tipo, confió en él, eran
tiempos en que las personas no temían por la inseguridad y era un pueblo
pequeño en vías de crecimiento, de alguna manera todos se conocían entre todos
y si Benito Pastián fuera alguien de quien tendría que cuidarse, ya lo hubiera
sabido, en lugares como Ciudad Lerdo, se cumple el dicho de “Pueblo chico
Infierno grande” y aquel pueblo chico y sus pobladores conocerían el infierno y
lo harían en grande.
Habían
transcurrido algunas horas hasta que finalmente anocheció. La mujer estaba muy
preocupada, su hijo no regresaba aún y nadie lo había visto, por lo que con
ayuda de algunos vecinos se dieron a la tarea de encontrarlo, el temor de que
algún animal hubiera atacado al niño era lo primero que pasaba por la mente de
la afligida madre.
Al
paso de un rato y con mucho pesar encontraron al niño muerto entre los cañales.
Presentaba rasgos de violación y brutalidad, le había sacado los ojos, le cortó
los pezones, lo había castrado y sodomizado con un palo. La imagen era funesta
e impactante. Nunca había sucedido nada igual y menos a un menor. De inmediato
se corrió la voz, la idea era alertar a los demás sobre la posibilidad de que
un asesino de esa magnitud estuviera suelto en las calles y mas cuando se sabía
quien era. La madre del niño devastada por ver a su hijo en ese estado no daba
señal alguna del agresor, no sabía mucho sobre él, solo sabia que le decían: “Benito
Pastián”.
El
macabro suceso se supo rápido y el temor y la rabia inundaron rápidamente a
todo el pueblo. Buscaron durante días pero no hubo éxito, hasta que un día,
después de algún tiempo llegó la noticia
de que habían encontrado y detenido a un hombre con la misma descripción de
Pastián en una comunidad no muy distante llamada “La Victoria”.
Se
cuenta que para detenerlo se necesitaron varios hombres, forcejearon con
Pastián pues no podían apresarlo, su fuerza y sus ganas de huir eran tales que el
hombre parecía fuera de este mundo. Una vez de que se comprobó la participación
de este sujeto con el atroz crimen, fue llevado a Lerdo, en donde la gente lo
esperaba con palos y piedras para darle su merecido. La idea era llevarlo a la
plazuela central, justo frente a la parroquia del pueblo, por lo que a petición
de la gente y cual si fuera una recreación de un castigo romano, lo hicieron
caminar amarrado desde la entrada del pueblo hasta el centro, pasando por las
calles para que la gente viera a Benito Pastián, el monstruo que había
asesinado a un niño y quedara marcado que lo mismo les pasaría a quienes
siguieran su ejemplo.
Una
vez allí lo amarraron a un árbol (el cual se dice que aún existe) y la gente
llena de odio y con sed de venganza siguió
torturándolo. Le pegaban con “reatas” o cuerdas de lazar en el cuerpo casi
desnudo, fue apedreado y al igual que aquel inocente niño, fue castrado y sodomizado
con un tubo, pero la sorpresa de todos es que a pesar de todo el castigo que
estaba recibiendo aquel hombre, nada parecía no afectarle al viejo Pastián, al
contrario; reía, lo disfrutaba y lanzaba carcajadas mientras la gente intentaba
lastimarlo, sus risas eran tan cínicas que lograba que la gente se enfureciera
aún mas por no lograr causarle ningún mal. Entre sus carcajadas y el desprecio
total de la gente el hombre afirmó que tenía un pacto con el diablo y que por
eso nunca iban a poder hacerle daño ni lograr que sufriera fisicamente nada. La
gente terminó por estallar en cólera al oír estas palabras y al ver que el
hombre cubierto de sangre no parecía sentir dolor alguno, algunos pobladores
tomaron la decisión de amarrarlo a una carreta tirada por caballos, la cual
arrastró a Pastián por todas las calles empedradas del pueblo, mientras lo
golpeaban. Al parecer este castigo tampoco surtió efecto y Pastián parecía disfrutar,
señalando a cada persona que podía y gritando que se la iban a pagar, que el
tomaría venganza. La gente al ver que no podían hacerlo sufrir tan siquiera un
poco y ya con un poco de miedo de ver que aquel hombre resistía las mas grandes
brutalidades, decidieron actuar rápido y dejar de alargar mas la venganza para
lo cual decidieron llevárselo a uno de los ingenios del pueblo, en donde le
pasarían un tractor de carga lleno de caña por encima del cuerpo para de una
vez por todas matarlo y destruir no solo sus huesos, sino también su espíritu.
Al llegar al sitio, la gente espectaba con ansias ver cómo sería aplastado
aquel hombre pero vaya sorpresa se llevaron cuando vieron que el tractor pasó
por todo su cuerpo y el hombre seguía vivo, el tractor no le había causado daño
alguno y sólo le dejó las marcas de las llantas. Tal vez el hombre no mentía,
tal vez si tenía un pacto con un ser demoniaco que lo mantenía vivo.
Era
muy común entre la gente que trabajaba en el campo, que para poder lograr sacar
el pesado trabajo que representaba el campo en épocas donde no existían avances
tecnológicos, algunos trabajadores buscaran ayuda en remedios caseros, drogas
naturales y alguno que otro en la adoración de entidades demoniacas para
mantenerlo sanos y fuertes.
Los
pobladores aumentaron su furia aún más y lo llevaron arrastrando nuevamente
hacia el árbol de la iglesia donde estaba amarrado en un principio. Hicieron
que el padre de la misma iglesia lo rociara con agua bendita y cuando el agua
bendita entró en contacto con la piel de Pastián, parecía que lo cortaban con
cuchillos y esta vez si le dolían, pero
tan pronto aparecían dichas heridas se volvían a cerrar. Pastián sólo se reía
una vez las heridas sanaban instantáneamente. La multitud enardecida y
maldiciendo a aquél hombre, tomó la decisión mas fácil; quemarlo. Alguien de
entre la gente sacó un bidón con gasolina y todos los linchadores le comenzaron
a rociar con gasolina al hombre. Pastián gritaba desesperado que tomaría
venganza, juraba que regresaría y que cada uno de ellos se iban a acordar de
él, el viejo Pastián conocía su destino, sabía de alguna manera que el fuego si
no lo mataba al menos lo consumiría hasta dejarlo inservible. Luego de que las
llamas fueran encendidas en su cuerpo y al terminar por despojarlo de sus ropas,
se logró ver que mientras la carne de su pecho se quemaba, se marcaba como si
fuera un tatuaje, una figura del diablo y de la muerte. Benito Pastián siguió riendo
hasta que las cuerdas vocales dejaron de funcionar a causa de las quemaduras y
la gente veía atónita como aquel hombre soportó el dolor hasta que su cuerpo
dejo de funcionar. Cuando el fuego se apagó y no quedaba mas que el cuerpo casi
carbonizado de Pastián, se decidió por llevarlo al panteón, una vez más,
arrastrándolo en una carreta tirada por caballos.
Una
vez en el panteón, en una esquina cerca de la entrada, en un pedazo de tierra
olvidado, cavaron un hoyo angosto y profundo y lo enterraron de cabeza amarrado
y encadenado. La gente decía que no era digno de ser enterrado como se debe y a
pesar de estar en un panteón no tendría cristiana sepultura.
Aquella
tarde el cielo se oscureció y comenzó a llover de tal manera que la gente poco
a poco abandonó el lugar. Y no era que disfrutaran la tortura y la inmolación
de un ser humano, pero a esas alturas aquella gente había visto tanto que
querían asegurarse que el cuerpo de aquel hombre de nombre Pastián estuviera
enterrado varios metros bajo tierra.
Con
el paso de los días Lerdo parecía que había superado aquel mal momento, la
gente había regresado a sus labores cotidianas pero algunos desde ese día y
hasta el día de hoy no olvidan las últimas palabras de Benito Pastián: “Todos
me la van a pagar, voy a volver algún día y hasta entonces aquí siempre será de
noche”.
Hoy
en día las generaciones más jóvenes de Cd. Lerdo desconocen esta historia pero
las personas mayores la conocen muy bien, sin embargo, tratan de olvidarla o de
no recordarla como parte de la historia de esta ciudad. Pero es seguro que la
conocen.
Como
dato curioso, si pasas por la carretera que conecta Veracruz con Acayucan a la
altura de Ciudad Lerdo, hay una época del año en que por el cambio de horario,
la temporada de lluvias y el humo que despiden los ingenios, así sean las 2 de
la tarde, el cielo es oscuro y pareciera que todo el día es de noche.
Relatos de Horror :D
ResponderEliminarMuy buena historia sigan subiendo mas!!
ResponderEliminarNo es una historia falsa es real y mi bisabuela la vivió a día que si no sabes si es verdad cállate por favor por qué yo vivo en Lerdo y me cuentan esa historia real
EliminarEs verdad esa historia ella era mi aguela
ResponderEliminarYo soy de allí xd
ResponderEliminarjaja yo igual
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