RELATO DE UN ASEDIO EN LA SIERRA DE GUERRERO
El siguiente relato fue recolectado en 2011, el protagonista llamado Vicente argumenta que los policías recogieron y entregaron sus declaraciones a las autoridades estatales pertinentes y que de algún modo queda constancia en algún expediente en el estado de Guerrero.
***
Desde pequeño siempre fui un admirador de la naturaleza. Mi padre era biólogo y constantemente estábamos metidos en alguna selva o bosque de la república mexicana, por la misma naturaleza del trabajo de mi viejo nunca tuve una residencia fija. Mi primer recuerdo de un hogar es de Chiapas, muy cerca de la selva Lacandona, cabe recalcar que yo nací en el Distrito Federal, pero viví muy poco en esa ciudad, hasta que entré a la universidad.
Convivir con tantas culturas diferentes, te hace una especie de experto en algunos temas, mi tema era la aventura. Cada lugar en el que viví me enseñó una manera diferente de sortear los obstáculos que te pone la naturaleza para llegar a donde quieres. Creo que es por eso que hoy en día soy un amante del deporte de aventura y de desafiar los caminos mas inaccesibles en mi camioneta 4x4.
Antes de que todo el tema de la violencia y el narcotráfico se apoderaran de algunos estados del país, a un grupo de amigos y a mi nos gustaba salir a acampar los fines de semana, tomar veredas desconocidas y ver a donde nos llevaban (obviamente teníamos años de experiencia, no lo hubiéramos hecho sin la preparación debida) para acampar ahí y conectar con la naturaleza. Uno de esos fines de semana, un muy buen amigo nos contó que su cuñado y sus amigos, habían hecho un viaje de camping a la zona de la Sierra de Guerrero, que había una época del año en que después de las lluvias el terreno quedaba justo como nos gustaba para meter las camionetas y que a parte era un espectáculo ver como la niebla se apodera de la sierra y el frío cala de una manera singular. Mi amigo nos contó tantos detalles sobre esa zona que por supuesto llamó nuestra atención. Esa noche pactamos la fecha para ir, debíamos preparar los vehículos y juntar el suficiente dinero para un viaje como ese, y así lo hicimos.
El día llegó y emprendimos el viaje, eramos 7 personas: Norberto y su cuñado (que nos guiaría) iban en una camioneta, Carlos y Julieta iban en otra y conmigo viajaban mi novia de ese tiempo Ceci y mi amigo Claudio.
El cuñado de Norberto nos llevó por la carretera 134 que atraviesa el Estado de México, parte de Michoacan y Guerrero, es muy conocida por ser la carretera que conecta Toluca con Ixtapa-Zihuatanejo. Nosotros ya habíamos transitado esa carretera algunas veces por lo que pensábamos que lo que nos esperaba no sería como nos lo habían contado, de alguna manera esperábamos que la ruta fuera mas secreta, mas inaccesible hasta que de pronto pasando un pueblo llamado "Los Fogones" ya muy cerca de Zihuatanejo, la camioneta de Norberto giró en dirección a un camino de tierra, muy árido y solitario. Ahora si empieza lo bueno -dije a mis adentros-, pero no era mas que la entrada a un infierno.
Avanzábamos a velocidad media, el camino era tranquilo, nada fuera de lo normal, hablábamos por los radios para saber a donde nos dirigíamos pero el cuñado de Norberto solo decía que buscábamos un río, que a partir de ahí el camino se volvía extremo.
Habían pasado cerca de 2 horas desde que tomamos el camino de tierra y no llegábamos al río que decían Norberto y su cuñado. Estábamos gastando mucha gasolina y ya nos habíamos adentrado mucho en la Sierra de Guerrero, por lo que decidimos parar para comer algo y ver si podíamos ubicarnos en el mapa que llevamos con nosotros. Logramos localizar un poblado muy cerca de donde nos ubicábamos y decidimos que tendríamos que ir para allá, pedir referencias y salir de ahí a buena hora antes de que anocheciera, el plan se había venido abajo y el plan b era regresar a la carretera y avanzar hasta la playa para acampar. La mayoría de nosotros estaba desilusionado, nos agarraron de tontos -pensábamos Ceci, Claudio y yo-.
Llegamos al poblado y no habían mas de 4 casas ahí, la gente nos miraba muy extraño, como si no nos quisieran en su pueblo. Norberto se acercó a una mujer para preguntarle como salir de ahí con rumbo a la carretera 134, pero no obtuvo respuesta, avanzamos hasta donde un hombre sentado en un tronco nos detuvo y nos preguntó: ¿Que se les ofrece?, le dije al hombre que buscábamos un río para acampar, pero que ya era tarde y que mejor íbamos a regresar a la carretera, pero no sabíamos por donde bajar. El hombre muy amable se ofreció a guiarnos hasta una parte donde el camino se divide y de ahí nos diría como llegar a la carretera, siempre y cuando el fuera con nosotros y le diéramos 500 pesos para regresar. Los reclamos de Ceci por traerla en ese lugar, el cansancio de Claudio y las ganas que tenia yo de llegar a un lugar y descansar, me hicieron aceptar.
Avise por radio que el hombre nos guiaría para regresar y que debían poner dinero para pagarle, todos accedieron de manera casi inmediata, al parecer no era el único que ya quería salir de ahí. Durante el trayecto, el hombre no paraba de hacer preguntas, parecía muy interesado en nuestras camionetas, en algún punto dijo: Detente! ¿ven este camino? -mientras señalaba un difícil camino entre los arboles- pues bajando por ahí se llega al río, ustedes querían llegar al río ¿no?. Por un momento pensé en decirle que no, que ya no queríamos ir, pero ese gusanito de que posiblemente esta aventura se pudiera concretar, me hizo preguntar por el radio a los demás; la respuesta de las otras 2 camionetas fue positiva, querían ver si era cierto que se podía tener un buen track day en esa zona.
El hombre nos dijo que para regresar se usaba el mismo camino, que marcáramos o ubicáramos algo para encontrar el camino, porque en esa zona era muy fácil perderse y que si nos agarraba la noche, mejor buscáramos un poblado cerca o durmiéramos dentro de las camionetas. Agradecimos al hombre, le pagamos y continuamos el camino. Ya eran las 2 de la tarde, teníamos que apresurarnos para encontrar el río y a partir de ahí comenzar la diversión y así lo hicimos.
Una vez llegamos al río, encontramos un sin fin de senderos con terrenos quebrados y húmedos, perfectos para practicar el OFF ROAD, meter las camionetas en esas rutas, llenarlas de lodo, cruzar el río con el agua casi entrando, desafiar enormes rocas, todo ese conjunto nos daba la sensación de que todo había valido la pena. Perdimos noción del tiempo y la niebla comenzó a cubrir todo, oscurecía rápido, encendimos las luces auxiliares de las camionetas para alumbrar el camino y poder regresar a la vereda del río. De pronto llegamos a una zona donde presumiblemente acamparon personas días antes, había restos de una fogata y en la tierra había marcas de haber clavado estacas para casas de campaña incluso un poco de basura. Después de platicarlo entre todos, decidimos que era un lugar en el que podríamos acampar, no habíamos visto animales peligroso en todo el rato, o rastros de algún depredador cerca.
Por la noche, una vez armadas las casas de campaña y con todo lo necesario listo para acampar, decidimos hacer guardias para cuidarnos unos a otros, de preferencia los 5 hombres cada 3 horas. A las 9 de la noche ya las mujeres dormían, solo los hombres quedábamos despiertos platicando sobre rutas y lugares del país que queríamos visitar, la platica se detuvo cuando escuchamos un silbido a lo lejos, como de esos silbidos de alerta. Inmediatamente todos tomamos algo para defendernos, el único que tenia un arma de fuego era el cuñado de Norberto, estuvimos en silencio y alerta por unos 5 minutos, pero no volvimos a escuchar nada. Claudio y yo montamos la primera guardia, Claudio fumaba para mitigar el frío mientras yo solo me mantenía alerta de cualquier ruido, ocasionalmente hablamos de algo, cualquier cosa que evitara que nos diera sueño. Faltaba 1 hora para que Norberto y su Cuñado nos relevaran en la guardia, yo solo quería que pasara el tiempo, ya quería dormir. De pronto escuchamos un grito muy cerca, tan cerca que incluso podíamos escuchar como crujían las ramas secas en el suelo, Claudio tomó un machete y yo empuñe mi cuchillo táctico, la fogata nos brindaba la luz suficiente para ver las casas de campaña y un poco de los arboles cercanos, pero no veíamos nada ni a nadie, Carlos despertó por el grito, aparte de nosotros sólo él lo escuchó. ¿Qué pasó, fueron ustedes? -preguntó Carlos-. Nadie respondía, solo le hicimos un ademan para que se callara, algo nos acechaba, lo sentíamos, pero no lo veíamos. Carlos solo alcanzó a tomar un tronco encendido de la fogata y comenzó a moverlo en varias direcciones, de pronto la casa de campaña donde dormía Julieta (la novia de Carlos) se movió de manera brusca, Carlos corrió a ver que era pero no vio a nadie y de pronto volvimos a escuchar el mismo grito, esta vez mas cerca, tan cerca que todos despertaron. El miedo se apoderó de todos, Claudio temblaba y parecía que estaba a punto de entrar en un ataque de nervios. Inmediatamente recordé que el hombre que nos guió me dijo que durmiéramos dentro de los vehículos, por lo que les dije a todos que se subieran a las camionetas. casa quien se subió a la que tenia mas cerca. Encendimos las luces de las camionetas incluyendo las luces auxiliares, incluso las movíamos manualmente y seguíamos sin ver nada. Carlos por el radio decía que teníamos que salir de ahí, que nos dirigiéramos hacia el río, esa noche había luna llena y en la zona del río no habían tantos arboles, tendríamos mas luz en esa zona; nadie contestaba, todos parecían estar mas atentos al próximo grito que a lo que decía Carlos. Al no ver reacción en nadie de nosotros, arrancó su camioneta y comenzó a seguir el camino por el que llegamos, todos lo seguimos mas por miedo a quedarnos que por que su plan fuera muy inteligente.
Nosotros habíamos dejado el camino un poco mas agreste de lo que lo habíamos encontrado, por lo que era mas difícil salir de ahí a toda velocidad, podríamos sufrir un accidente y seria peor, por lo que avanzamos lento pero sin detenernos, Carlos y Julieta iban al frente, seguidos por Norberto, Ceci y yo manejando y atrás venían Claudio y el cuñado de Norberto. De pronto la camionera de Carlos se detiene de manera brusca en medio del camino, nadie sabia que pasaba, pero le pedimos que siguiera avanzando, todo veíamos como las copas de los arboles se movían como si algo o alguien corriera entre las ramas. Carlos vuelve a avanzar pero esta vez de manera mas rápida, a mayor velocidad. Sabíamos que era mas peligroso, pero también sabíamos que algo había pasado y continuamos. Logramos llegar al río, mismo que presentaba una corriente mas alta que cuando pasamos por ahí a medio día, decidimos esperar un poco hasta ver en que parte podríamos cruzar el río sin problemas y Carlos nos habló por la radio, nadie se bajaba de las camionetas por miedo a que lo que nos acosaba, nos fuera a hacer algo.
-¿Ustedes no vieron nada? -Preguntó.
-¿nada de que? te detuviste y no vimos nada -Respondí.
-Atropellamos a una mujer, salio de la nada y me la lleve. Traigo el parabrisas roto del golpe.
-La dejaste ahí tirada? -preguntó Claudio desde la otra camioneta.
-Me detuve y ya no vi a nadie, por eso me seguí mas rápido. Hay que cruzar el río ya!
Intentamos cruzar y no fue posible, esperamos a que bajara un poco el nivel del río. Dos camionetas las pusimos en direccion a los arboles con las luces encendidas, mientras en la otra se intentaba cruzar para señalar el camino.
Ahí esta! es una mujer, gritó Ceci, Norberto y yo buscábamos entre los arboles casi iluminados por completo por nuestras luces, pero no veíamos a nadie, Norberto decidió salir del vehículo con pistola en mano y comenzó a gritar maldiciones y groserías, incitando al agresor a que saliera de su escondite, cuando por fin se le acabaron los insultos escuchamos una risa, mas como una carcajada y si, era de una mujer. Impulsados por el miedo, intentamos cruzar por donde fuera y como fuera el río, el cuñado de Norberto logro cruzar y lo seguimos. Mas temprano habíamos dejado un tambo de plástico lleno de piedras y un pañuelo en la entrada del sendero que nos llevo al río, como marca para poder regresar, justo como nos había dicho el hombre de la mañana. Rápido encontramos la indicación y decidimos regresar al camino por el que habíamos pasado mas temprano para regresar al pueblo como nos habían aconsejado.
Una vez llegamos al camino vecinal, alguien revisó el mapa y dijo que estábamos mas cerca de llegar a la carretera 134 que de regresar al pueblito de la mañana. Por alguna razón nos sentíamos mas tranquilos en ese camino vecinal, no había luz, pero se sentía mas seguro ahí por alguna razón. Emprendimos el camino en busca de la carretera, no tardaba en amanecer, habíamos perdido mucho tiempo pero sentíamos que todo había sucedido en un abrir y cerrar de ojos.
Durante el camino, todos permanecían alerta, tratando de mantener el temple y la cordura, hasta que por el retrovisor alcance a ver como la camioneta de Carlos se salia del camino, di la vuelta y regresé a ayudarlo, lo mismo hicieron Claudio y el cuñado de Norberto. Cuando vimos la camioneta de Carlos, tenia una llanta ponchada, pero no era cualquier ponchadura, tenia una marca de rasgadura, como si con 2 garras le hubieran hecho un corte, no teníamos tiempo para cambiar la llanta ahí en medio de la oscuridad, nos habían querido atacar. Enganchamos la camioneta de Carlos al winch de la mía y lo arrastre hasta que llegamos a la carretera.
Ya en la carretera federal, esperamos a que alguien nos ayudara. Aun era de noche y no pasaba un solo automóvil. Carlos y los demás nos dedicamos a cambiar la llanta afectada, mientras Ceci y Julieta no dejaban de llorar, Norberto hacia guardia con la pistola en mano. De pronto y de la nada, vimos las luces de un auto, era una camioneta de policías del estado de Guerrero que al vernos nos encendieron las altas de su camioneta y se orillaron para ayudarnos.
Al ver a la policía, Ceci que era un manojo de nervios y Julieta que estaba muy asustaba por el hecho de que según ella y Carlos, habían atropellado a alguien en medio de la sierra, corrieron a decirle a los policías que pidieran ayuda, que nos habían atacado. Los policías no entendían nada por los gritos y el llanto de las mujeres, ademas que no les pareció normal que uno de nosotros tuviera un arma en la mano. Por lo que pidieron que se tranquilizaran y que les contáramos todo con detalle. Norberto y Claudio les relataron los hechos, desde que llegamos hasta que salimos de esos caminos de tierra y Julieta intervino para decir: "Atropellamos a una mujer en el bosque ese", los policías inmediatamente comenzaron a hacer preguntas y revisaron las camionetas, nos trataron como delincuentes, Julieta había empeorado las cosas. Los policías pidieron una grúa para arrastrar la camioneta descompuesta y otra patrulla para trasladarnos. Uno de ellos dijo: "¿Y la muchacha que estaba parada contigo? -señalando a Norberto- Cuando nos vio se metió a la camioneta azul y no ha salido, hablenle. Echamos un vistazo y vimos que eramos los 7, les dijimos que solo eramos nosotros, que nadie mas nos acompañaba. Un oficial se acercó con su linterna a revisar las camionetas, incluso revisaron alrededor de la carretera, pensaban que posiblemente alguien se estaba escondiendo de ellos, pero no encontraron a nadie y empezaron a creer en nuestra versión.
Por fin amaneció. La grúa y la patrulla llegaron, subieron la camioneta de Carlos y nos pidieron a Carlos y a mi que manejáramos las otras dos camionetas acompañados de un oficial hacia la ciudad de Zihuatanejo, subieron a Ceci y a Julieta a una camioneta acompañadas de Claudio y el cuñado de Norberto, y en una segunda patrulla iba Norberto solo. Durante el trayecto el oficial que me acompañaba me dijo que cuando nos vieron, había una mujer de cabello largo, bermudas y tenis parada junto "al de la pistola" y que al ver las luces se metió a la camioneta, que no era broma, "no estoy loco" decia. Le dije que tal vez era alguna de nuestras amigas y nos mantuvimos en silencio hasta llegar a Zihuatanejo.
Una vez en la estación de policías, nos interrogaron, querían que les firmáramos una declaración en la que decía que habíamos matado a alguien, cosa que no hicimos, Claudio pudo llamar a su casa, su padre es abogado y el nos dijo que no dijéramos ni firmáramos nada que nos dieran, que hiciéramos tiempo hasta que el llegara y así lo hicimos. La cosa no parecía sencilla, 4 policías declararon que Julieta dijo que habían atropellado a una mujer y era su palabra contra la nuestra, nadie creía nuestra historia sobre el acoso que sufrimos en la madrugada, un policía dijo que lo inventábamos para salirnos de esta. Mas tarde llegó el padre de Claudio y después de algunas horas de litigio, pudo sacarnos de ahí después de pagar una multa. Pero había un problema, Norberto no portaba los papeles que acreditaban la propiedad del arma y aun había que buscar a la persona que supuestamente habíamos atropellado. Se nos dijo que teníamos que regresar con ellos hasta el punto donde acampamos y mostrar la ruta exacta donde ocurrió el incidente, nadie quería regresar, no después de la noche anterior, pero al parecer no era una petición, sino una orden.
Ese día por la tarde regresamos, Carlos, Julieta, Claudio y yo con la policía y el padre de Claudio, de día fue mas fácil localizar la ruta hacia el río y el camino hacia el campamento. Llegando al lugar encontramos que una de las casas de campaña estaba totalmente quemada y las otras dos estaban completamente rasgadas, la fogata había sido apagada con agua, se notaba por la humedad de la tierra en el área de la fogata, ademas se encontró uno de los sleeping bags varios metros lejos del campamento como si alguien lo hubiera llevado arrastrando. Seguimos el camino por el que huimos y no veíamos nada que indicara que alguien había sido atropellado, ademas la policía tampoco había recibido alguna mensaje de auxilio o reporte de algún hospital. Pareciera que lo del atropello solo fuera producto del miedo que sentían Carlos y Julieta. Mas tarde nos volvimos a reunir todo en la comandancia de policía en Zihuatanejo, todo estábamos cansado, no habíamos dormido, tampoco comido. A estas alturas la hermana de Norberto ya había llegado para llevarle los papales de la pistola y para ver a su novio.
Al no haber delito que perseguir ni pruebas de que hubiéramos cometido algo fuera de la ley, nos dejaron ir, bajo la advertencia de que no volviéramos a andar de aventureros en lugares que no conocemos. Fuimos por las camionetas al corralón y un policía me dijo: "Amigo, yo soy de Los Fogones, conozco esa zona y se que lo que les pasó anoche es cierto, no son los primeros a los que les pasa, por mi rancho la gente dice que en esa parte de la sierra espantan, que hay brujas que viven alejadas de la gente y que no les gusta ser molestadas, otros dicen que no son brujas, que son demonios, se han hecho tantos sacrificios y se han cometido tantos asesinatos en esos lugares que los espíritus y los demonios abundan. La versión mas real es que los que venden amapola espantan a los intrusos para que no encuentren sus plantaciones, pero yo no lo creo, esos están mas arriba y ademas si te quieren correr te disparan, no te espantan así."
Yo escuché, pero a estas alturas no se que creer. Lo único real es que todas nuestras declaraciones constan en un expediente en algún archivo en Guerrero y que cuatro meses después de ese incidente, en un viaje hacia la sierra de Puebla, Carlos volteó su camioneta por una falla en la misma llanta que se le había ponchado aquella noche y murió. Desde aquel viaje a Guerrero no viajaba con copiloto, por alguna razón sentía la muerte cerca y decía que si se iba a morir, lo iba a hacer solo; lamentablemente así fue.
Yo hoy sigo practicando deportes de aventura, viajo con mi esposa pero siempre a lugares seguro, áreas de camping protegidas y resguardadas, esas épocas en que buscaba caminos solitarios y extremos han pasado, como dicen por ahí: "yo ya no estoy para esos trotes ni para esos sustos".
-¿Ustedes no vieron nada? -Preguntó.
-¿nada de que? te detuviste y no vimos nada -Respondí.
-Atropellamos a una mujer, salio de la nada y me la lleve. Traigo el parabrisas roto del golpe.
-La dejaste ahí tirada? -preguntó Claudio desde la otra camioneta.
-Me detuve y ya no vi a nadie, por eso me seguí mas rápido. Hay que cruzar el río ya!
Intentamos cruzar y no fue posible, esperamos a que bajara un poco el nivel del río. Dos camionetas las pusimos en direccion a los arboles con las luces encendidas, mientras en la otra se intentaba cruzar para señalar el camino.
Ahí esta! es una mujer, gritó Ceci, Norberto y yo buscábamos entre los arboles casi iluminados por completo por nuestras luces, pero no veíamos a nadie, Norberto decidió salir del vehículo con pistola en mano y comenzó a gritar maldiciones y groserías, incitando al agresor a que saliera de su escondite, cuando por fin se le acabaron los insultos escuchamos una risa, mas como una carcajada y si, era de una mujer. Impulsados por el miedo, intentamos cruzar por donde fuera y como fuera el río, el cuñado de Norberto logro cruzar y lo seguimos. Mas temprano habíamos dejado un tambo de plástico lleno de piedras y un pañuelo en la entrada del sendero que nos llevo al río, como marca para poder regresar, justo como nos había dicho el hombre de la mañana. Rápido encontramos la indicación y decidimos regresar al camino por el que habíamos pasado mas temprano para regresar al pueblo como nos habían aconsejado.
Una vez llegamos al camino vecinal, alguien revisó el mapa y dijo que estábamos mas cerca de llegar a la carretera 134 que de regresar al pueblito de la mañana. Por alguna razón nos sentíamos mas tranquilos en ese camino vecinal, no había luz, pero se sentía mas seguro ahí por alguna razón. Emprendimos el camino en busca de la carretera, no tardaba en amanecer, habíamos perdido mucho tiempo pero sentíamos que todo había sucedido en un abrir y cerrar de ojos.
Durante el camino, todos permanecían alerta, tratando de mantener el temple y la cordura, hasta que por el retrovisor alcance a ver como la camioneta de Carlos se salia del camino, di la vuelta y regresé a ayudarlo, lo mismo hicieron Claudio y el cuñado de Norberto. Cuando vimos la camioneta de Carlos, tenia una llanta ponchada, pero no era cualquier ponchadura, tenia una marca de rasgadura, como si con 2 garras le hubieran hecho un corte, no teníamos tiempo para cambiar la llanta ahí en medio de la oscuridad, nos habían querido atacar. Enganchamos la camioneta de Carlos al winch de la mía y lo arrastre hasta que llegamos a la carretera.
Ya en la carretera federal, esperamos a que alguien nos ayudara. Aun era de noche y no pasaba un solo automóvil. Carlos y los demás nos dedicamos a cambiar la llanta afectada, mientras Ceci y Julieta no dejaban de llorar, Norberto hacia guardia con la pistola en mano. De pronto y de la nada, vimos las luces de un auto, era una camioneta de policías del estado de Guerrero que al vernos nos encendieron las altas de su camioneta y se orillaron para ayudarnos.
Al ver a la policía, Ceci que era un manojo de nervios y Julieta que estaba muy asustaba por el hecho de que según ella y Carlos, habían atropellado a alguien en medio de la sierra, corrieron a decirle a los policías que pidieran ayuda, que nos habían atacado. Los policías no entendían nada por los gritos y el llanto de las mujeres, ademas que no les pareció normal que uno de nosotros tuviera un arma en la mano. Por lo que pidieron que se tranquilizaran y que les contáramos todo con detalle. Norberto y Claudio les relataron los hechos, desde que llegamos hasta que salimos de esos caminos de tierra y Julieta intervino para decir: "Atropellamos a una mujer en el bosque ese", los policías inmediatamente comenzaron a hacer preguntas y revisaron las camionetas, nos trataron como delincuentes, Julieta había empeorado las cosas. Los policías pidieron una grúa para arrastrar la camioneta descompuesta y otra patrulla para trasladarnos. Uno de ellos dijo: "¿Y la muchacha que estaba parada contigo? -señalando a Norberto- Cuando nos vio se metió a la camioneta azul y no ha salido, hablenle. Echamos un vistazo y vimos que eramos los 7, les dijimos que solo eramos nosotros, que nadie mas nos acompañaba. Un oficial se acercó con su linterna a revisar las camionetas, incluso revisaron alrededor de la carretera, pensaban que posiblemente alguien se estaba escondiendo de ellos, pero no encontraron a nadie y empezaron a creer en nuestra versión.
Por fin amaneció. La grúa y la patrulla llegaron, subieron la camioneta de Carlos y nos pidieron a Carlos y a mi que manejáramos las otras dos camionetas acompañados de un oficial hacia la ciudad de Zihuatanejo, subieron a Ceci y a Julieta a una camioneta acompañadas de Claudio y el cuñado de Norberto, y en una segunda patrulla iba Norberto solo. Durante el trayecto el oficial que me acompañaba me dijo que cuando nos vieron, había una mujer de cabello largo, bermudas y tenis parada junto "al de la pistola" y que al ver las luces se metió a la camioneta, que no era broma, "no estoy loco" decia. Le dije que tal vez era alguna de nuestras amigas y nos mantuvimos en silencio hasta llegar a Zihuatanejo.
Una vez en la estación de policías, nos interrogaron, querían que les firmáramos una declaración en la que decía que habíamos matado a alguien, cosa que no hicimos, Claudio pudo llamar a su casa, su padre es abogado y el nos dijo que no dijéramos ni firmáramos nada que nos dieran, que hiciéramos tiempo hasta que el llegara y así lo hicimos. La cosa no parecía sencilla, 4 policías declararon que Julieta dijo que habían atropellado a una mujer y era su palabra contra la nuestra, nadie creía nuestra historia sobre el acoso que sufrimos en la madrugada, un policía dijo que lo inventábamos para salirnos de esta. Mas tarde llegó el padre de Claudio y después de algunas horas de litigio, pudo sacarnos de ahí después de pagar una multa. Pero había un problema, Norberto no portaba los papeles que acreditaban la propiedad del arma y aun había que buscar a la persona que supuestamente habíamos atropellado. Se nos dijo que teníamos que regresar con ellos hasta el punto donde acampamos y mostrar la ruta exacta donde ocurrió el incidente, nadie quería regresar, no después de la noche anterior, pero al parecer no era una petición, sino una orden.
Ese día por la tarde regresamos, Carlos, Julieta, Claudio y yo con la policía y el padre de Claudio, de día fue mas fácil localizar la ruta hacia el río y el camino hacia el campamento. Llegando al lugar encontramos que una de las casas de campaña estaba totalmente quemada y las otras dos estaban completamente rasgadas, la fogata había sido apagada con agua, se notaba por la humedad de la tierra en el área de la fogata, ademas se encontró uno de los sleeping bags varios metros lejos del campamento como si alguien lo hubiera llevado arrastrando. Seguimos el camino por el que huimos y no veíamos nada que indicara que alguien había sido atropellado, ademas la policía tampoco había recibido alguna mensaje de auxilio o reporte de algún hospital. Pareciera que lo del atropello solo fuera producto del miedo que sentían Carlos y Julieta. Mas tarde nos volvimos a reunir todo en la comandancia de policía en Zihuatanejo, todo estábamos cansado, no habíamos dormido, tampoco comido. A estas alturas la hermana de Norberto ya había llegado para llevarle los papales de la pistola y para ver a su novio.
Al no haber delito que perseguir ni pruebas de que hubiéramos cometido algo fuera de la ley, nos dejaron ir, bajo la advertencia de que no volviéramos a andar de aventureros en lugares que no conocemos. Fuimos por las camionetas al corralón y un policía me dijo: "Amigo, yo soy de Los Fogones, conozco esa zona y se que lo que les pasó anoche es cierto, no son los primeros a los que les pasa, por mi rancho la gente dice que en esa parte de la sierra espantan, que hay brujas que viven alejadas de la gente y que no les gusta ser molestadas, otros dicen que no son brujas, que son demonios, se han hecho tantos sacrificios y se han cometido tantos asesinatos en esos lugares que los espíritus y los demonios abundan. La versión mas real es que los que venden amapola espantan a los intrusos para que no encuentren sus plantaciones, pero yo no lo creo, esos están mas arriba y ademas si te quieren correr te disparan, no te espantan así."
Yo escuché, pero a estas alturas no se que creer. Lo único real es que todas nuestras declaraciones constan en un expediente en algún archivo en Guerrero y que cuatro meses después de ese incidente, en un viaje hacia la sierra de Puebla, Carlos volteó su camioneta por una falla en la misma llanta que se le había ponchado aquella noche y murió. Desde aquel viaje a Guerrero no viajaba con copiloto, por alguna razón sentía la muerte cerca y decía que si se iba a morir, lo iba a hacer solo; lamentablemente así fue.
Yo hoy sigo practicando deportes de aventura, viajo con mi esposa pero siempre a lugares seguro, áreas de camping protegidas y resguardadas, esas épocas en que buscaba caminos solitarios y extremos han pasado, como dicen por ahí: "yo ya no estoy para esos trotes ni para esos sustos".
Qué experiencia tan impresionante!!
ResponderEliminarLo bueno que salieron bien librados de eso!!
Al parecer era una bruja.
No hay duda que siguen cosas ocultas en las lejanias o en algunos casos,
cercas nosotros.
Gracias por este relato!
Saludos!😊