EL CUERPO DE LA ABUELA
En toda familia existen secretos. Algunos que nunca se cuentan, permanecen ocultos en lo mas profundo de aquellas personas que los conocen, ocupando espacio en la memoria de quienes fueron testigos, pero en ocasiones, estos secretos dejan su estado de misterio y por alguna razón, se conocen.
Mi abuela, la señora Gloria Ugalde era una mujer siempre rodeada de un halo de misterio, pocos en su familia sabían porque le gustaba estar sola o porque tenia tantas imágenes de santos poco conocidos en su casa. Era una mujer de aspecto frió, una mujer robusta con mirada penetrante, brazos gruesos y fuertes, un estomago prominente, te hacia sentir su presencia sin decir una sola palabra y era sin duda, la matriarca de la familia.
Doña Gloria -como le decían sus vecinos- era de las mujeres que les gustan las cosas "a la antigua", cocina como su mamá y su abuela lo hacían, viste como ella cree que debe hacerlo una mujer de su edad, trata a sus hijos de manera en que los trataba cuando eran aún unos niños. Además de todo, tiene una fijación con las supersticiones y la brujería; si se le cae un poco de sal, avienta agua al piso formando una cruz, si alguno de sus nietos llora sin parar, les pasa un huevo por el cuerpo y lo ramea con albahaca para quitarle el "mal de ojo". De hecho no había cosa alguna para la que la abuela Gloria no tuviera un remedio esotérico. Lo cual era una de las razones por las que la gente la buscaba y por lo cual era tan respetada como temida.
Desde que conoció a mi abuelo, siempre fue una mujer determinante, ella llevaba los pantalones en la casa. Él trabajaba para mantener a la familia, pero ella era quien administraba la casa, la ultima palabra siempre la tenía ella. El abuelo José -su marido- era un hombre un poco mas "normal". Le gustaba ver el béisbol con sus amigos en la cantina, mas nunca llegaba borracho a su casa; le encantaba la comida de la abuela y la vida tranquila que llevaba, aunque le daba un poco de miedo saber que su mujer era muy apasionada por la brujería. Cada domingo iban a misa, supuestamente para contrarrestar las malas vibras que le generaban los visitantes a la abuela.
El misterio alrededor de la abuela Gloria era grande, los vecinos - a sus espaldas- contaban infinidad de cuentos llenos de cosas paranormales. Desde el que la vio salir volando por su ventana en forma de guajolote, hasta la vecina que la escuchó invocar a satanás mediante un oscuro ritual satánico. En ocasiones, alguien enfermaba de algo y la abuela Gloria llegaba con un libro de oraciones, sus ramas y preparados a base de aguardiente, dictaba las instrucciones y procedía a realizar una curación mediante la invocación de "sus santos", como ella les llamaba. Alguna vez una vecina amenazó a uno de los hijos de la abuela Gloria, derivado de un problema de faldas entre su nieta y él. La abuela fue directo a casa de su vecina y le advirtió: "esta es la ultima vez que tu le hablas así a alguno de mis hijos, la ultima"; dos días después, la mujer murió. Claro, todos juraban que su muerte fue provocada por nadie mas que la abuela.
El tiempo a todos les pasa factura y la abuela enfermó. Una enfermedad degenerativa que poco a poco te va consumiendo.
La abuela Gloria, nunca fue creyente en la ciencia, ademas, creía mas en la herbolaria que en las medicinas recetadas por un doctor, esto hizo que no recibiera tratamiento alguno, diario se preparaba hasta 3 diferentes tés con diversas plantas, al despertar pedía a sus santos que la curaran, y antes de dormir también. Gastó la mayor parte de su tiempo y fuerzas en pedir y buscar de manera esotérica la solución a su enfermedad, lamentablemente nunca la encontró.
Ella era una mujer muy testaruda, creyente fiel de la teoría de que existe una vida después de la muerte. Ella no asimilaba la idea de que cuando alguien muere, tiene que ser enterrado o cremado, ¿Qué va a pasar cuando despierte y regrese a este mundo? no voy a regresar hecha polvo, ni tampoco voy a poder salir de ese hueco lleno de tierra -decía-.
Ya en sus últimos días, decía sentir la muerte rondando su casa, logró despedirse de todos sus nietos, incluso de los que estaban lejos. A sus hijos les pidió perdón por ser tan fría con ellos, les decía que era por su bien, que gracias a ella, nadie iba a poder jugar con ellos, ni pasarles por encima. Prácticamente se despidió de todos sus familiares, excepto de uno; José, su marido.
A José le dijo que no se quería ir, que ella sabia que la iban a enterrar en ese espantoso y olvidado panteón, que ella no lo iba a permitir, que sentía que no era su momento, pero que por algo sus santitos no la pudieron ayudar.
"De ti no me voy a despedir, cuando nos conocimos te dije que estaríamos juntos para toda la vida, y recuerda, siempre hay vida después de la muerte. Tal vez te sientas solo al principio, pero con el tiempo lo vas a superar José. Solo te voy a pedir un favor, la veladora que le puse a mis santitos, no dejes que se apague hasta el día velen, después de ese día puedes hacer lo que quieras con mis santitos, solo respetalos como yo respeté a los tuyos", fueron las palabras de la abuela Gloria para el abuelo José.
Dos días después y con mucha paz, la abuela falleció, fue un jueves por la mañana, ella estaba recostada en su cama y sosteniendo un rosario.
La familia preparó todo para velarla, los vecinos ayudaron también, no había palabras mas que de duelo de parte de los familiares y amigos que fueron a acompañarla durante su ultima noche en la que fuera su casa desde niña.
Al caer la tarde el clima comenzó a tornarse mas frió, la nubes cubrían el cielo, el sol brindaba poca luz. Se sentía como si fuera un día de invierno en plena primavera. El abuelo José poco hablaba, estuvo casi toda la tarde sentado en un sillón, observando la caja donde yacía la abuela Gloria, solo se levantaba para recibir el pésame de las personas que iban a acompañarnos. "Debe estar triste, mas de 50 años juntos son mucho tiempo, no lo dejen solo, acompáñenlo, háganle platica", nos decía una tía, pero la verdad es que no sabíamos que decirle a alguien que siempre tenia las palabras adecuadas para nosotros.
Por la noche hubo un rosario, a petición del abuelo José, él sabía que a mi abuela no le gustaba eso, pero él quería que descansara en paz. Durante el rosario, una fuerte lluvia se dejó caer, la gente que estaba afuera de la casa de la abuela, corrió a refugiarse a donde pudo. La noche acompañada de la lluvia poco dejaban ver mas allá de la esquina de la calle, esto aunado a la falta de lamparas en la calle -por culpa de los niños vecinos que habían roto la única lampara que daba buena luz- te infundía una sensación de miedo y angustia, que si no fuera por el hecho de que en ese momento velábamos a la abuela, nadie mas lo hubiera sentido.
Los rezos terminaron y poco a poco la lluvia también fue cesando, la gente se retiraba a sus casa, especialmente quienes vivían lejos o no eran familiares cercanos. Alrededor de la 1 de la mañana ya solo quedábamos los familiares y unos pocos vecinos. Afuera un tío y dos vecinos fumaban mientras platicaban, nosotros nos encontrábamos sentados en el corredor de la casa, y la demás gente estaban sentados en las sillas alrededor del cuerpo de la abuela.
Sin avisar y sin contemplación alguna, una ráfaga muy fuerte de viento se dejó sentir hasta el interior de la casa, acompañada de un rayo que quemó un transformador de luz eléctrica, cosa que hizo que toda la zona se quedara sin luz. La ráfaga de viento logro apagar todas las velas de la casa, incluso la de los santitos de la abuela, inmediatamente el abuelo José trato de encender las veladoras, pero en ese momento lo escuchamos. Afuera, en la calle, se escuchaban las herraduras de un caballo que se acercaba a paso firme, detrás de él se escuchaba el ruido de cadenas arrastrándose por el pavimento, y volvimos a sentir una ráfaga de viento helado entrar directo a la casa. Todos hacían silencio, no se escuchaba voz alguna, solo la respiración de la gente y el caballo que arrastraba cadenas en la oscuridad. Las personas que estaban afuera dijeron escuchar como el ruido paso frente a la casa y siguió su camino, hasta que se dejó de escuchar, el evento habrá durando 3 minutos solamente, pero todos sentimos que fue mas tiempo.
Cuando dejamos de escuchar los pasos del caballo y las cadenas, comenzó a llover nuevamente y la luz regresó. En ese momento el abuelo José cerró la caja de muerto donde estaba el cuerpo de la abuela y pidió que por respeto no lo volviera a abrir, dijo que le dolía mucho ver a su mujer ahí sin abrir los ojos, la cara de mi mamá era de desencajo total, pálida, boquiabierta, la mirada perdida, cuando quiso decir palabra alguna el abuelo José la abrazó y le susurró unas palabras al oído que nadie mas pudo escuchar. Cuando mi mamá se pudo tranquilizar, nos pidió irnos, regresaríamos al otro día para el entierro. Mi mamá nos dejó en la casa y regreso con mi papá a casa de la abuela.
Al otro día en el entierro todo transcurrió normal, se hizo una misa de cuerpo presente, para después acompañar a la abuela a la que sería su ultima morada. Después de eso, poco mas se hablo en la familia del tema. Hasta que el abuelo enfermó.
Varios años pasaron, todos crecimos, hicimos cada quien su vida y nos fuimos alejando un poco de los nuestros. El evento que nos reunió a todos fue el diagnostico de enfermedad del abuelo José, por años tuvo una enfermedad y no lo dijo, había llegado al punto en que le quedaba poco tiempo de vida y quería despedirse de todos y dejar todo arreglado, no se quería llevar nada a la tumba. Por lo que nos anunció que nos tenia que revelar un secreto.
El abuelo nos hizo recordar lo que vivimos la noche que la abuela murió, específicamente el momento en que se soltó una fuerte lluvia. Todos recordamos como fue, el viento, la lluvia, el rayo que hizo que se fuera la luz, los estremecedores sonidos. Lo que los que estábamos afuera de la casa no sabíamos fue que mientras todo eso acontecía, el abuelo se levanto a sostener la caja de muerto donde estaba la abuela, según él, si el no agarraba la caja, el viento la hubiera tirado, cosa que parece poco probable, teniendo en cuenta que adentro se encontraba una mujer muerta.
"Cuando el viento entro e hizo un desastre, yo vi como la caja de muerto de Gloria, se caía, como pude me levanté y la sostuve, así me quede sosteniéndola hasta que la luz regresó, en ese momento tu mamá -dijo mientras me señalaba- que estaba casi a mi lado, vio hacia el cuerpo y se quedó sin decir nada, inmediatamente me asomé y vi que no había nadie, el cuerpo de la abuela no estaba, rápido cerré la caja, pensé que estaba soñando, de reojo me fije si no se había caído con el viento, tu mamá hizo lo mismo y cuando verificamos que no estaba, decidimos dejar cerrada la caja. Le pedí a los demás que no abrieran la caja por respeto, abracé a tu mamá y le dije que no dijera nada, que todo iba a estar bien, que le pidiera a sus hermanos y amigos que me dejaran solo con Gloria y así lo hicieron, cuando todos salieron de la sala, apagamos la luz y con la ayuda de tu mamá metimos 2 garrafones de agua llenos a la caja y le pusimos ropa y otras cosas para que no se movieran, encima de todo pusimos una sabana blanca y así lo dejamos hasta el entierro. Les pido perdón a todos, ustedes merecían saber esto desde antes, pero Julia -mi mamá- y yo hicimos una promesa y la cumplimos hasta el día de hoy. Nunca recuperamos ni supimos que fue del cuerpo de su mamá -les decía a mis tías y tíos- pero sabemos que era algo que ella quería. Las primeras semanas después de su muerte yo me sentía solo, sentía miedo, 52 años de vivir con ella y era la primera vez que no estaba esperándome sentada en el corredor, una noche me levante a hacer del baño y la vi, su mamá estaba en la cocina, sentada tomando una taza de café, me dio tanto miedo que me oriné encima, no me dijo una sola palabra, me regresé a la cama todo orinado y me dormí. Días después encontré en un sillón de la sala, una bolsista con piedritas y basurita de la que trae el frijol, era como si alguien hubiera limpiado frijol para ponerlo a cocer. Así pasaron las noches hasta que la escuche, era la voz de mi Gloria que me decía que no dijera nada de lo que pasaba, que ella no quería que sus hijos la vieran como una muerta mas, ahora sé que su mamá se preparo durante toda su enfermedad no para curarse, sino para quedarse en su casa de forma permanente, dedicó sus ultimas fuerzas a ofrecer lo que fuera necesario para ganarse lo que ella llama la vida perpetua, esa noche una especie de espíritu vino por ella y se la llevo a un lugar donde está bien, donde a cambio de su cuerpo su espíritu sigue aquí. Poco a poco me fui acostumbrando a su presencia, una vez le conté a Julia lo que pasaba y me dijo que ella también la había visto cuando me venia a visitar, pero que no decía nada para no asustarme. Eh vivido años con su abuela rondando su casa y sus palabras son muy claras, después de mi muerte no quiere que esta casa se venda o se rente, tampoco quiere que vengan hagan 2 casas en la misma, quiere que su casa se quede como está, si alguno de sus hijos la quiere habitar que lo haga, pero no puede cambiarle nada a la casa. Esto es suyo y nadie se lo va a quitar, espero comprendan porque hasta ahora les cuento lo que pasó esa noche y espero me puedan perdonar".
Todos los tíos y primos nos quedamos atónitos, no dábamos crédito a lo que acabamos de escuchar, mi mamá solo nos tomo de las manos a mi hermano y a mi y no dijo nada. Mis tíos mayores reclamaban que mi abuelo y mi mamá mentían y que en todo caso, podían pedir exhumar el cuerpo para verificar la autenticidad de la historia, una tía no soportó y se fue con su familia en ese momento. Después de ese día las cosas fueron muy diferentes para la familia.
Al poco tiempo el abuelo José murió. Meses después los hermanos entraron en una batalla legal por la herencia de los abuelos, que hasta el día de hoy no se ha podido solucionar. Por algún tiempo los hermanos acordaron rentar la casa en lo que se resolvía el juicio, las únicas dos veces que la rentaron, las familias no duraban mas de 2 semanas ahí, por alguno u otra razón se iban y venderla, ni en sueños, hasta que el problema del intestado no se resuelva, no pueden vender esa casa.
Mi mamá va de repente a ver la casa de sus papás y habla con los vecinos. Ellos le cuentan que por las noches se escuchan ruidos que vienen de la casa de la abuela e incluso una vez llamaron a la policía porque de la casa salia un olor a incienso muy fuerte y pensaban que alguien se había metido pero la policía no halló a nadie adentro y menos incienso prendido.
Hasta el día de hoy, ya los nietos somos adultos, algunos tienen su propios hijos y seguimos preguntándonos si en verdad lo que enterramos en el panteón, no es el cuerpo de la abuela.
ARM.
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